LA SENSACIÓN de asfixia que invade Santa Cruz no es consecuencia solo de la calima sahariana que nos visitó la pasada semana. Por desgracia, la parálisis de la capital no es una cuestión pasajera ni climatológica; lleva tiempo instalada en nuestras vidas y seguirá entre nosotros cuando en unos días los Alisios hayan borrado por completo los rastros del tiempo sur.

Santa Cruz no está muerta, la están dejando morir, que son cosas distintas. Y yo me niego, me resisto a permanecer quieta y en silencio mientras la capital languidece a manos de los últimos herederos de un proyecto político agotado hasta la extenuación.

De aquella idílica "Santa Cruz para vivir", soñada por ATI en los ochenta, hoy solo nos queda la somnolencia, la modorra en la que hiberna una generación de jóvenes dirigentes nacionalistas mal criados en la abundancia, sin más oficio ni beneficio que la política y su propia supervivencia, auténticos artistas de la pasividad y el déjalo estar.

Ojalá fueran cosas mías. Ojalá fuera yo la única que ve las cosas de esta manera. Nada me alegraría más que estar equivocada y descubrir mañana mismo que todo es diferente, que se toman decisiones y se adopta una actitud activa frente a los problemas. Lamentablemente, la realidad no me desmentirá. Si acaso, soportaré las descalificaciones personales de quienes crecieron sin aceptar la discrepancia ni la crítica política, pero luego todo seguirá igual.

El sillón que Bermúdez comparte en la Alcaldía le está costando demasiado caro a Santa Cruz; de hecho, pagamos un precio en puestos de trabajo y pobreza que no podemos permitirnos. Él lo sabe tan bien como usted y como yo, y se equivoca pensando que lo arreglará insistiendo en el error. Menuda estrategia.

Ha pasado un año desde las últimas elecciones locales y la situación de Santa Cruz es hoy mucho peor que entonces. No lo digo yo. Lo dicen todos los parámetros económicos y sociales, que acreditan un deterioro creciente, superior al que la crisis provoca en otros municipios canarios.

Basta reparar en las cifras facilitadas por la Gerencia de Urbanismo para comprobar lo que afirmo. En los últimos doce meses nuestro Ayuntamiento ha concedido solo diez licencias de obra mayor para edificación, una cifra ridícula si la comparamos con La Laguna o Las Palmas.

Nuestra capital ha perdido más de 1.200 comercios desde el inicio de la crisis, según los registros del Instituto Canario de Estadística, manejados estos días por la Cámara de Comercio en un informe demoledor, referido al daño que la ausencia de planeamiento está causando en Santa Cruz.

La pasada semana también supimos que la Organización de Consumidores y Usuarios de España (OCU) sitúa a Santa Cruz entre las ciudades con peor calidad de vida de nuestro país, cuando históricamente habíamos podido presumir justo de lo contrario. Y lo que es peor, ocupamos el primer puesto en falta de democracia y transparencia en la gestión de nuestra Administración. Ya puede estar contento el alcalde, nos ha situado en lo más alto de lo más bajo.

Supongo que esa falta de transparencia tendrá mucho que ver con la sensación de inseguridad jurídica que transmite Bermúdez con su pasividad y erráticas decisiones. Especialmente, las referidas al Plan General, cuya gestión ni adrede podría hacerse peor. Un año después de su paralización, seguimos teniendo sobre la mesa el mismo documento que dejó redactado Zerolo; no ha contentado a unos ni a otros, ha provocado la radicalización de la plataforma contra el plan, no ha resuelto el conflicto del fuera de ordenación y ni siquiera ha sido capaz de corregir los 45 reparos exigidos por el Gobierno de Canarias para su aprobación.

¿Qué han estado haciendo entonces durante todo este tiempo? Nada, absolutamente nada. Ganando tiempo en el sillón y haciéndolo perder a la ciudad. Suena duro, lo sé, y no es agradable escribirlo, pero tengo la obligación de hacerlo.

Sinceramente, creo que ha llegado el momento de decir ¡ya está bien! Ha llegado el momento de reconocer que por este camino no vamos a ningún sitio bueno, que de esta manera no vamos a conseguir salir adelante, ni siquiera cuando la crisis haya pasado, que pasará.

Bermúdez tiene que reflexionar y corregir lo que está haciendo mal, no hay otra, y cuanto antes lo haga, mejor para todos, incluso para él. Si de verdad quiere a esta ciudad, está a tiempo de demostrarlo, para no tener que lamentar algún día que entre todos la mataron y ella sola se murió.

Santa Cruz no se merece esto, se merece lo mejor.