La historia del proyecto de urbanización de la playa de Las Teresitas mantiene una larga ristra de damnificados a lo largo de un litigio que, en su última etapa, comenzó hace la friolera de casi quince años. Entre ellos, la historia de Antonio Ramos, el que fuera dueño de los restaurantes Pepe Ramos I y II que estaban a pie de playa, resuena ahora, una vez desechado por el propio ayuntamiento el proyecto ideado por el arquitecto francés Dominique Perrault, como un canto a la chapuza administrativa.

La tercera generación de la familia Ramos vio como un viernes, día 12 de noviembre, de 2004 una pala acababa con 31 años de historia y demolía los dos "chiringuitos" que había montado su padre en 1972. El acuerdo, que les reportó 811.000 euros de indemnización, se había alcanzado días antes para dejar atrás el fruto del duro trabajo "detrás de la barra del bar" de las anteriores tres décadas.

Hoy, los hermanos Ramos persisten en el negocio: Antonio con un restaurante ubicado en El Suculum y Beltrán, con otro bar en María Jiménez que conserva el nombre de Pepe Ramos II. Ambos intentan mantener la tradición restauradora de la familia que les llevó a ser referencia y escaparate en la playa de Las Teresitas con los dos históricos bares que se encontraban a la entrada.

Antonio Ramos hoy cuenta con 55 años y cuando se le pregunta por el proceso judicial que acabó con sus huesos en El Suculum se debate entre la rabia, la pena y la frustración. "Querían a toda costa que desapareciéramos de allí y el pleito se alargó porque querían llegar a un desgaste, no a un acuerdo", rememora Ramos en referencia a un largo pleito, que llegó a los tres años de duración y que lo enfrentó al ayuntamiento, a la Junta de Compensación y a Inversiones Las Teresitas (ILT) .

"Nosotros luchábamos por tener derecho a retornar cuando el proyecto ya se hubiera hecho", explica Ramos quien reitera que nunca quisieron dinero, aunque los planes del consistorio eran otros. "Solo cuando se llegó al Tribunal Supremo fue cuando de verdad quisieron llegar a un acuerdo", subraya Ramos, que recuerda cómo llegó a ingerir hasta siete pastillas diarias por depresión cuando estaba a punto de finalizar el proceso.

Pasado tanto tiempo, Ramos aún no entiende por qué actuaron con ellos de esa forma. "Quien compra un terreno lo tiene que hacer libre de carga y si se encuentra con un inquilino lo que tiene que hacer es demandar a quien se lo vendió, pero el ayuntamiento a quien demandó fue a nosotros", argumenta.

Con el dinero que se les dio como indemnización tras la firma del acuerdo (el 4 de noviembre, justo el día en que Antonio Ramos cumplía 49 años) tuvieron que comenzar de nuevo, con todo lo que ello implica.

Para ello reinvirtieron parte de la indemnización recibida por la demolición del negocio en sacar adelante un nuevo establecimiento en el barrio de El Suculum. "Antes trabajaban unas 15 personas, ahora aquí somos tres. Evidentemente esto es otra cosa", dice Ramos.

Eso sí, Pepe Ramos sigue siendo el "alma máter" del nuevo local, situado en lo que fuera el bar Brisas de Anaga, en pleno barrio. Se trata de un local alquilado, en el que la familia comenzó de nuevo su andadura en el sector que conoce como nadie y en cuyo comedor un gran cuadro de la playa de Las Teresitas preside la estancia.

En este "confinamiento forzoso", Antonio Ramos recuerda lo duro que resultó el momento del derribo: "Me da rabia pensar que fuimos los primeros en llegar a la playa y también los primeros en irnos".

Los Ramos son una familia de luchadores y no se rinden fácilmente. "Empezamos por un año y nos quedamos durante treinta en el mismo sitio. La idea cuando nos instalamos aquí era poder recuperar ese espíritu y para eso trabajamos duro aunque la crisis lo ha complicado todo un poco más todavía".

El que fuera uno de los personajes más conocidos de Las Teresitas siempre dijo que la playa no necesitaba obras faraónicas, sino solo un poco de limpieza, seguridad e iluminación. El tiempo le ha venido a dar la razón pero, por el camino, él se ha convertido en un expropiado para nada.