Una semana después de los desprendimientos en la montaña de Las Moraditas, la situación de "impasse" sigue siendo la misma en este barrio de la capital. La Gerencia de Urbanismo aún no ha emitido informe sobre lo acontecido, salvo la valoración técnica de la pasada semana, en la que se determinaba que una de las cuatro casas que fueron precintadas no reunía condiciones de habitabilidad y que sería responsabilidad de los propietarios de los terrenos donde se desplomó la montaña sobre una nave industrial acometer las medidas de seguridad.

Fernando Sabaté Bel, profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de La Laguna (ULL), ha manifestado que tras los últimos desprendimientos, cerca de la zona habitada, "lo más aconsejable sería reubicar a las personas que viven en este lugar".

El profesor de la ULL advirtió de que los desplomes en este tipo de terrenos, "por la dinámica de vertientes que ha quedado tras la prolongada extracción de áridos, forma grietas de gran tamaño y a diferentes distancias, lo que genera el desplome de grandes trozos de talud".

A pesar de que Las Moraditas es un barrio que se ha ido envejeciendo y muchas de sus casas ya están deshabitadas, Sabaté calificó de "irresponsabilidad" que las administraciones solo se centren en el problema de la autoconstrucción, "pues desde hace mucho tiempo se ha solicitado una solución integral para la montaña". Explicó que "hasta que se aclare el futuro urbanístico de la zona, se puede proceder a restaurar sectores de la montaña degradados o murar zonas peligrosas, donde el ayuntamiento ha hecho la vista gorda".

Recuerda el origen marginal de este barrio, que en un principio estuvo conformado por chabolas, habitadas, principalmente, por personas que procedían de Fuerteventura, en la década de los años 40 del siglo pasado, que llegaron a Tenerife después de la Guerra Civil y con el objeto de trabajar en la expansión de los puertos de las islas capitalinas.

El profesor de la ULL indicó que esté núcleo está consolidado desde la década de los años 50, aunque localiza la extracción de áridos en la montaña de Taco "en los años 60 y 70, como aprovechamiento para los núcleos del alrededor", aunque puntualiza que, "contrariamente a lo que se piensa, el gran vaciamiento de la montaña se produce en la segunda mitad de los 80, coincidiendo con el segundo boom turístico e inmobiliario".

Actividad sin control

Explicó que los tres trozos de montaña que aún persisten "tienen mucho que ver con la forma escandalosa en la que se ha verificado la actividad minera en Canarias, sin atender a la Ley de Minas ni a ningún criterio de racionalidad, conformando taludes verticales que en 30 años han dejado barrios que a escasos metros se encuentran con una caída vertical de 100 metros sin protección".

Añadió que cuando persisten taludes de este tipo, "es normal que desprendimientos como el de la semana pasada sucedan", por lo que afirmó que "esto ha sido la crónica de un fenómeno anunciado". El profesor de la ULL dijo que en los bordes del talud se producen desplomes, por la gran cantidad de material suelto, "aunque en esta ocasión ha sido cerca de Las Moraditas, lo que representa un riesgo constante".

desalojados

Una semana sin dormir ni comer

Alberto Díaz, junto a su mujer y sus dos hijas, sigue siendo el único desplazado por los desprendimientos. De hecho, aunque aún Urbanismo no haya mantenido una reunión formal con él, algunos técnicos ya le han asegurado que no podrá volver a su casa, en la parte alta de la montaña. De momento, los Servicios Sociales solo le ofrecen un hotel provisional, pero ahora el matrimonio está en paro. Asegura que lleva "una semana sin dormir ni comer", porque no tiene claro su futuro.