MI AFICIÓN a la música está acreditada desde la infancia. Ya escribí que me entudiasman la ópera, la zarzuela, el folclore, los boleros de Machín, los tangos de Gardel, la voz de Celia Gámez y todo lo que suene bien y sea un regalo para el oído. Pero mi veneración hacia las bandas de música es otra cosa. Todo lugar del orbe que se precie debe tener su banda de música. Estas agrupaciones forman parte del alma de los pueblos. Como preámbulo decir que, entre otras, la Banda Municipal Sinfónica de Madrid fue con la que me deleité en varios momentos de mi estancia en la capital de España. Conocía a tres excelentes directores: el maestro Jesús Arambarri, Martín Domingo y Felipe Amor, en la última ocasión en la que disfruté de su actuación en el temple del Parque del Buen Retiro.

Y vayamos ya con la Banda de Santa Cruz de Tenerife. Antes de la banca capitalina hubieron otras en la isla: Garachico, Icod de los Vinos, La Orotava, Los Realejos, Güímar, Arafo, Los Silos, San Juan de la Rambla y Puerto de la Cruz. La nuestra se fundó en 1902, siendo su primer director don Ricardo de la Sendre y Rius (tío carnal del músico de grato recuerdo don Juan Estany y Rius), y así consta en el nombramiento de mi abuelo paterno, Antonio Encinoso Medina. Mi abuelo entró en la banda el mismo año de su fundación y se retiró justo en el año 1908, al mismo tiempo que su primer director. Tocaba el clarinete y su categoría era músico de 3ª clase. Tal vez fue esto, el haber nacido y vivido desde 1930 a 1947 bajo la tutela de mi abuelo, lo que me predispuso para ser un enamorado sempiterno de la música.

Según me contaron, mis abuelos querían formar un trío con sus tres hijos. Mi padre tocaría el violín, mi tío Niabel el violonchelo y mi tía Blanca el piano. En casa había uno excelente de marca alemana que no recuerdo y que costó la friolera de 1.000 pesetas. De mi padre y de mi tío como músicos no recuerdo nada; del piano y de mi tía sí. Piano que yo aporreaba en algunas ocasiones. En casa había una partitura completa de la zarzuela "Molinos de viento", que yo me aprendí de memoria, incluso las partes habladas. También andaba por los papeles de música una canción para tener escrita por el maestro Evaristo Iceta, titulada "El ruiseñor", y que estrenase el cantante tinerfeño Ramiro Arnay.

Y vayamos ya con los directores de la banda de música de Santa Cruz que yo conocí y vi actuar. El primero de ellos, don Evaristo Iceta, que desempeñó su misión muchos años. Con su eterna chapela vasca, era un gran aficionado al fútbol, a su Tenerifito del alma y a la pelota vasca y otros juegos que se practicaron en el frontón capitalino. Si la memoria no me falla, creo que falleció mientras seguía un partido del Tenerife a través de la televisión.

Era tradicional que todos los Viernes Santos, en la procesión de la Virgen de las Angustias, que se venera en la Iglesia de El Pilar, la banda municipal, desde la época de don Emilio Calzadilla, el que fue alcalde de la capital tinerfeña, bajara por la calle de su nombre y, al llegar la imagen, ya en la calle de San Francisco, a la altura del hotel Camacho, se parara; don Evaristo daba media vuelta y decía: "Tosca", y allí comenzaban las notas del aria de la ópera del mismo nombre, conocida como "Adiós a la vida". Eran momentos emocionantes que recuerdo con nostalgia.

Otros directores que vi dirigiendo la banda fueron el señor Parejas Machí, don Antonio González Ferrera, como sempiterno sustituto, don Crescencio Díaz Felipe, y el último de mi etapa, mi entrañaba amigo y paisano José Julio Sánchez Fleitas, pero merece algo más. Un día cualquiera, jueves, día de tocata, bajaba yo por la calle Castillo en unión de mi recordado y entrañable amigo, mi paisano Alfonso Borges González; a media calle, cuando nos dirigíamos al Círculo de Amistad XII de Enero para presenciar una actuación de la Agrupación Lírica La Zarzuela, escuché unos musicales de la plaza de La Candelaria próxima. Para mi sorpresa interpretaban las notas del "Sitio de Zaragoza", melodía que me traía recuerdos de mi querida ciudad de Salamanca, cuando cada tarde, en el Café Las Torres sito en la Plaza Mayor, la orquestina de Olga Ramos interpretaba esta bella melodía.

Dirigía la banda municipal José Sánchez Fleitas, músico de la banda que ocupó también la dirección de la misma. Fueron años de acudir cada jueves a disfrutar de la banda municipal de todos los tiempos. Así lo creo y así lo proclamo. Los años han pasado inexorablemente; José Julio pasó al dique seco de la jubilación, pero nuestra amistad permanece y permanecerá indeleble a través de los tiempos. Cosas de Santa Cruz.