El encuentro de grandes veleros ya no es lo que era. A principios de siglo, el puerto de Santa Cruz de La Palma era cobijo por Navidad de una docena de embarcaciones de diferentes dimensiones y características. Más de una década después, en la decimoséptima edición de esta iniciativa, apenas había tres barcos de este tipo, que afortunadamente se vieron acompañados por dos cruceros de lujo. Sin embargo, una cosa no cambia: el día 25 de diciembre es un día para pasear en familia, también vale solo, y el muelle es un punto de encuentro, por lo que no debe extrañar que allí centenares de lugareños se entremezclaran con los cruceristas y tripulantes. Aquí "te echas media mañana", como bien lo resumió un viandante.

En esta edición, disfrutaron de la Nochebuena palmera las embarcaciones "Tenacious", de bandera británica; "Alexander von Humboldt II" y "Roald Amundsen", ambas alemanas. Un cuarto velero previsto, el "Jean de la Lune", finalmente no pudo desplazarse a La Palma por razones técnicas, según había informado previamente la organización. El interior de los barcos fueron visitados tanto en horario matinal como vespertino por muchos de los visitantes.

El ayuntamiento y la empresa Active Connect celebraron diferentes eventos para amenizar el día, para que el paseo tuviera otros atractivos, como un mercadillo a los "pies" de dos de los grandes veleros y diversas actividades (sobre todo musicales) dentro de la Estación Marítima. Hubo incluso un taller destinado a jóvenes para aprender a hacer nudos náuticos a bordo del velero Roald Amundsen.

En el programa de actos se anunció además una exposición de vehículos antiguos, muestras siempre atractivas para el gran público, pero la realidad, sin embargo, es que se quedó en un intento: apenas había cinco coches. Sí, contados con los dedos de una mano.

Un dato: una vaya de metal compuesta por barrotes negros de varios metros de altura separaba a los veleros de los dos cruceros. Es una portada a mitad del dique principal del muelle. Obedece a normas europeas de seguridad de obligado cumplimiento, pero resulta repelente observar cómo la Policía Portuaria, cumpliendo con su trabajo, negaba el paso a las personas que intentan pasar al otro lado para ver más de cerca las imponentes embarcaciones.