Íñigo dejó el huerto. Había invertido demasiado tiempo, también ilusión, pero se cansó de que le robaran. Junto a Aythami, "es mi otro yo", se embarcaron en el novedoso proyecto de recuperar zonas degradadas de la populosa urbanización Benahoare, en Santa Cruz de La Palma, hasta lograr una productiva parcela urbana en la que sembrar plantas hortícolas y árboles frutales. Pero su apuesta no salió como estaba previsto. Lo aburrieron.

"Hicimos escaleras, una pared de piedras, pusimos riego de aspersión...". Íñigo relata con cierta rabia toda la labor realizada. Se lo curraron. Tiene poco más de 30 años, pero desprende la verdad, el poderío, de quien desea trabajar en favor de su barrio: "Tú eres de aquí, pero esto ya no es lo mismo que antes. Vamos a peor", le dice al cronista. Cuenta los "viajes" para encontrar compost para su huerta, de unos 25 metros de largo, las ganas de aquellos primeros días, las plantaciones de tomates, de lechugas, fresas... "incluso nos salieron setas". Sí, aunque sea muy complejo de lograr, los dos jóvenes fueron capaces de obtener setas en un huerto urbano.

Comenzaron los problemas. Nunca le dio demasiada importancia a que le robaran parte de la producción, ya que "si se llevan una lechuga, pues hasta llegas a pensar que la persona que se la llevó la necesitaba para comer". Pero cuando "te roban las herramientas" de trabajo o incluso "se meten en la huerta y se llevan el riego por aspersión", que fue lo que ocurrió, "te das cuenta de que es mejor dejarlo para no meterte en problemas", dice Íñigo en una mezcla de tristeza e incomprensión.

Recuerda cómo Canaragua, la empresa que gestiona el agua en la capital, cortó el suministro a los huertos que como el suyo no tenían contador. El problema fue "que algunos comenzaron a usar el agua para otras cosas que no era regar los huertos y, claro, decidieron cortarla".

Al ser cuestionado por los verdaderos causantes de los destrozos, el joven no duda en afirmar que "la gente de otros huertos cercanos. Primero comenzaron diciendo que en aquel terreno no se daban las fresas o las setas. La guerra psicológica. Solo les pedí que me dejaran en paz. A ellos les salían cuatro lechugas y gracias. Nosotros lechugas hasta teníamos que regalar. Luego, se registraron los robos". La razón: "Todo fue por envidia", sentencia. Íñigo, de los que quieren que Benahoare crezca, decidió dar un paso al costado.