Lleva más de 80 años viviendo en la misma casa. Toda su vida en el mismo ambiente, bajo el mismo techo. Ahora se asoma a la terraza y enfrente, a medio centenar de metros, tiene la polémica planta de aglomerado asfáltico ubicada en el polígono industrial del callejón de la Gata. A Carmen Leal le importan poco las batallas políticas generadas por la industria en el seno del Ayuntamiento de Los Llanos de Aridane, le resbala que Noelia García hable de legalidad o que Juan Ramón Rodríguez Marín tenga ahora dudas legales, simplemente desea y reclama vivir tranquila. Con la misma paz que hasta ahora.

El pasado miércoles observó con desesperación las pruebas en la planta. Primero lo hizo desde su casa. Observando todo desde la terraza. Luego, decidió bajar la pequeña cuesta de acceso que la separa de la carretera general y se unió a la manifestación de la plataforma que se opone a la industria de la empresa Ruiz Romero. "Esto no es correcto. Debe haber alguien que diga que esto es una injusticia. ¿Qué puedo hacer?, ¿tú sabes?", pregunta con insistencia al periodista.

Dejó su casa cerrada a cal y canto. Carmen Leal tiene miedo de que sea verdad que las partículas que salen por la chimenea de la planta sean cancerígenas. Es un mensaje que repite la plataforma, sus vecinos, y eso del cáncer la aterra. Como a todos. "Hay ruido y un mal olor insoportable. Ahora mismo (con la industria en marcha) no puedo abrir la puerta ni las ventanas", afirma a la vez que mira a uno de los camiones cargados de asfalto que salen del polígono. "Mira que si al final esto me acaba enfermando...".

"Mi vida después de más de 80 años cambia totalmente con la planta de asfalto. Yo solo quiero vivir tranquila. Es lo único que pido". Las palabras de aquella señora son las propias de quien teme una agitación vital: "Si nadie nos ayuda, no sé qué podré hacer". Carmen Leal se muestra, al igual que sus conciudadanos, "dispuesta a lo que sea para que cierren la planta", aunque su sentido común, la lógica de quien ha vivido tantas experiencias, le dice que no es posible que todo acabe aquí. Aún espera "que haya alguien que sirva, que venga y diga que esto no está bien. Es una injusticia que todos vemos menos los que mandan".

En la conversación queda al descubierto el miedo que existe entre muchos vecinos del entorno de la planta a perder la visita de amigos o incluso de familiares por la "dichosa planta". Miedo a quedarse solos. Y es que con aquel mal olor "habrá gente que ya no quiera venir a visitarme. Esto no hay quien lo aguante". Carmen Leal también es consciente de que su propia vivienda perderá valor con una industria de aglomerado asfáltico en las cercanía: "El valor de la casa se ha reducido. No es que me importe mucho, la verdad, me importa sobre todo vivir tranquila, sin ruidos ni olores, pero es una vivienda bonita, es un mirador, que con la planta ya no será lo mismo". Aunque "algo tiene que pasar al final; alguien nos hará caso, ¿no?".