En su cara se desprende la ilusión de ser "enano". Habla con pasión, sin dejar de mirar de frente. Cuando piensa cada respuesta, cambia el semblante, quizás también el alma, en busca de recuerdos bañados de magia. Tiene 35 años y esta noche participará por cuarta vez en la Danza. Dice que será la última vez, que se retira, pero Carlos Hernández Castillo, haga lo que haga, ya es parte irrenunciable de la sorpresa, de la historia del acto más asombroso de las Fiestas Lustrales.

No es un "enano" cualquiera. Vive y trabaja en Tenerife, por lo que participar en este acto le cuesta dinero... y no poco. "Desde hace tres meses sólo hago trabajar, viajar y ensayar. Duermo lo que puedo. Me habré gastado unos 3.000 euros y ha sido menos que en otras Bajadas porque he podido coger bintazos (pasajes a precio reducido de la empresa Binter)". Se desplaza tres veces a la semana a La Palma, pagando de su bolsillo billetes de ida y vuelta, desde hace ya más de cuatro meses, pero no parece importarle. Y es que bailar los "enanos" es por encima de todo "una ilusión... esa noche se te olvida el dinero, el cansancio, se te olvida todo. Es duro salir de trabajar, ir a tu casa, coger una mochila y viajar a otra isla para ensayar, con vuelos muy malos como los sufridos este año, pero la verdad es que merece la pena".

Carlos Hernández hace especial hincapié en que para un "enano", como para un artista, el público lo es todo: "La gente es la que te lleva a seguir, a salir de la caseta. Es algo inexplicable. Vas cansado, llegas a la plaza de la Alameda, a la mañana del día siguiente, tras toda la noche bailando, y te dan ganas de seguir. La noche, al final, se te hace corta". Una pregunta le enciende los ojos. Le cambia la cara. Entiendes que lleva un "enano" en su interior. Sólo hay que preguntarle por los niños. Por lo que se ve desde dentro: "Hacer feliz a un niño es algo maravilloso. No se paga con dinero. ¿Sabes?, la cara de una persona de 60 años y la cara de un niño de ocho es la misma cuando danzas frente a ellos. Ves la misma ilusión, las mismas ganas...". En medio de la respuesta, se acaba tocando la cara, pensando en aquellas noches donde fue capaz de hacer sonreír, alucinar, a hijos y abuelos. Hoy tiene otra oportunidad, en funciones desde las siete de la tarde en el Recinto Central y luego en la calle. Lo sabe y le gusta.

Pese a la responsabilidad, se muestra "tranquilo, seguro que es por la experiencia de las tres Bajadas. Tengo claro lo que nos espera y me encanta. No te lo puedo explicar. Los que afrontan su primera Danza preguntan mucho sobre lo que ocurrirá esa noche. Están más nerviosos. Al final, es hermoso ser un "enano" y eso es lo importante. Además, hay un grupo bueno y todos tiramos hacia el mismo lado para que el número salga bien".

Al ser cuestionado por el estado de los participantes en la danza, Carlos Hernández dijo que "físicamente es el mejor grupo, aunque para realmente saberlo hay que verlo en la noche de la Danza. De canto también se está muy bien y psicológicamente la gente se ve, en principio, preparada. Desde el punto de vista técnico, se ha ido perfeccionando en los ensayos. En el 2005 hubo un salto de calidad muy importante, pero creo que si todos estamos concienciados, mentalmente muy fuertes, si cumplimos con lo que está preparado para el espectáculo, puede ser el mejor acto de Los Enanos. Todo se presta a ello, pero para saberlo hay que esperar a que sea el día".

Por último, el protagonista se refiere a la figura de Alonso Lugo, quien durante las últimas Bajadas dirige a los danzarines: "Es la persona que ha hecho que Los Enanos den un salto de calidad enorme; que Los Enanos sean, sencillamente, diferentes".