Sin publicidad y sin acto protocolario. No es para menos. Veinte años después de ser cerrado al público, el parque Antonio Gómez Felipe abre por fin sus puertas, renovado y con un cambio de cara espectacular. No era conveniente apuntarse tantos, no después de 20 años, por lo que bastó una bienvenida protagonizada por la banda de música para amenizar la vuelta a la vida del gran parque. El ayuntamiento supo entender que lo que realmente importaba no era el discurso, sino el momento.

Los Llanos vuelve a disfrutar de su espacio predilecto para el recreo, para niños y mayores, después de dos décadas de destierro, cerrado por unas obras que se eternizaron por eso de los entresijos de la Administración y por caprichos artísticos que hoy pueden ser elogiables o no, en función del gusto de cada persona, pero que costaron años de sufrimientos administrativos e incomprensibles aplazamientos en los trabajos de remodelación.

Ahora, tras decenas de artículos reprochando la lentitud administrativa, toca mostrar el resultado. Y no pasa desapercibido. No es sólo un parque, son dos bien distintos que conforman el todo.

En uno predominó la mano del artista Luis Morera, aunque fue concluido por varios artesanos locales. Esta parte se dedica al patrimonio paisajístico de La Palma, con materiales que predominan en su naturaleza volcánica. Una especie de altar de rocas, agua y flora que conforman el hábitat de multitud de endemismos. Recargado pero muy atractivo.

El otro, más clásico, es perfecto para buscar la tranquilidad, adecuado a los nuevos tiempos. Un parque abierto, que cuenta con los mismos árboles alineados, con zonas de paseo y áreas de juegos infantiles de diseño futurista.