Llegaron a Venezuela hace 40 o quizás 50 años en busca de un futuro mejor. Se fueron lejos de las urbes, evitando ciudades como Caracas o Valencia, más propias para los llegados de Tenerife o El Hierro, en busca de terrenos para desarrollar lo que mejor saben hacer: cultivar el campo. Ahora son empresarios, con los recursos necesarios para vivir sosegados, pero, al contrario, están preocupados, muchos incluso tienen miedo. Los secuestros les alteran la vida y aunque siempre tienen la esperanza de que no les tocará, de que serán otros los afectados, están tomando medidas, cada día mayores, para luchar contra los raptores.

"Ellos no quieren hablar. Tienen miedo". La frase es de uno de los políticos, quizás de las personas de la Isla, que más conocen la realidad de los palmeros en Venezuela. Primitivo Jerónimo se ha desplazado en 29 ocasiones a la Octava Isla para conversar con sus compatriotas. "Viven con normalidad, pero están preocupados y esperan que el país pueda cambiar". Pero no cambia, la situación cada día empeora y las cifras de "plagiados", como los venezolanos los denominan, aumentan de forma considerable.

A principios de los noventa, los secuestros en Venezuela se registraban en las ciudades fronterizas con Colombia. Táchira, Zulia, Barinas, Mérida y Apure conocen de los raptos. Eran propios de las guerrillas colombianas que utilizaban estos métodos para recaudar fondos. La situación ha cambiado drásticamente. Ahora los secuestros se reparten por todo el país y ya son propios de la delincuencia común, sin dejar de mirar incluso a cuerpos policiales corruptos supuestamente vinculados a este tipo de actuaciones.

En 1999 "sólo" se contabilizaron, de forma oficial, 44 secuestros, cifra que llegó a los 454 en 2009. Dos años antes, en 2007, Henry Rangel Silva, presidente de la Comisión Nacional Antisecuestro, reconoció un aumento de los afectados en un 48%, un incremento que también denunció en 2008 la organización holandesa IKB-Pax Christi. Los datos oficiales son, incluso, inferiores a la realidad en un país donde ocultar información es prácticamente lo más habitual.

"Nuestros paisanos van tomando medidas para evitar ser raptados", advierte Primitivo Jerónimo, que en reuniones con los empresarios palmeros "reconocen, te das cuenta, que además de tener escolta, que en algunos casos no son tan fiables, a diferencia de lo que ocurre en España, cambian de ruta para ir a sus trabajos, si pueden cambian de coche...". Hay que tener en cuenta que "han visto o conocido la muerte de otros empresarios".

Las palabras de Primitivo Jerónimo se refuerzan con hacer unas simples llamadas. EL DÍA intenta conocer la realidad de los empresarios. Trasladar sus opiniones. "Llame más tarde, estoy reunido...". "De eso ahora no puedo hablar y por teléfono...". "No lo conozco, perdone". No hubo "suerte", ni tan siquiera con un ex alto cargo del Consejo de Residentes Españoles (CRE) de la Circunscripción Consular de Venezuela. Prefieren, al menos con los que esta redacción logró contactar, mantenerse en silencio y rezar para que no les toque.

En Venezuela hay dos tipos de secuestros. Los express son más propios de ciudades. De las urbes. Se caracteriza por ser un rapto de corta duración con el fin de obtener de la víctima todo el dinero posible, ya sea de sus cuentas bancarias, del dinero disponible en efectivo o joyas que su familia pueda reunir en un tiempo de pocas horas para lograr la liberación. Los empresarios palmeros, la mayoría, se enfrentan, sin embargo, a secuestros convencionales. Son mejor preparados, con un proceso de control de los hábitos de la víctima, en los que suelen estar vinculadas personas de confianza, gente de su entorno e incluso, en algunas ocasiones, familiares.

"La gente sigue viviendo", acaba Primitivo Jerónimo. Al menos, mientras la dejen.

Cila Hernández Cabrera fue secuestrada en septiembre de 2009. Natural de Puntallana. El secuestro se produjo en su propia finca, cuando se encontraba en una celebración familiar. En ese instante penetró de manera violenta en la explotación un grupo de delincuentes que se llevó consigo a la mujer y dejó atadas a todas las personas presentes. Fue liberada dos meses más tarde en buen estado de salud.

Leocadio López Martín, nacido en el municipio palmero de Barlovento y de 65 años de edad, secuestrado en Acarigua, en el estado venezolano de Portuguesa. Se encontraba trabajando en su finca cuando cuatro individuos armados ataron a obreros e hijos presentes en la explotación y se lo llevaron. Los secuestradores cambiaron de vehículo a 300 metros de donde cometieron el secuestro. Fue en mayo de 2009. Liberado.

El empresario Luis Martín Expósito, originario de San Andrés y Sauces y residente en el estado de Aragua, muy cerca de Cagua, donde se encuentra la Virgen de Las Nieves. Tiene negocios de ferreterías y una flota de camiones. Fue secuestrado el 14 de agosto de 2009 y cinco meses después aún se desconoce su paradero. Tenía previsto regresar a la Isla un mes después de ser raptado, coincidiendo con las fiestas patronales de Montserrat.

Juan Eugenio Martín Rodríguez, asesinado en Barinas, estado del Oeste de Venezuela, en septiembre de 2008. Tenía 62 años, era natural de la Villa de Garafía y se dedicaba con bastante éxito al sector de repuestos de automóvil. Los raptores solicitaron una cantidad cercana al millón de dólares por su rescate. El cuerpo se encontró calcinado y presentaba al menos un impacto de bala en la cabeza. Estaba amordazado y con las manos amputadas.