Los restos óseos prehispánicos descubiertos a comienzos de los años 70 en la zona del Salto de Casimiro, en El Paso, y que se encontraron a principios de este año en los sótanos del ayuntamiento pasense, donde habían sido depositados, pertenecen, entre otros, a al menos uno de los primeros pobladores de la Isla, según los resultados de los estudios científicos realizados a los fragmentos de cerámica con los que fue enterrado, tal y como confirmó a EL DÍA el arqueólogo Jorge País tras una nota de prensa remitida por el Cabildo Insular.

El número mínimo de individuos de los que aparecen restos, calculado en función de la cantidad de clavículas presentes, es de quince personas adultas y tres niños, aunque sólo se sabe con certeza que uno de los identificados, debido a la cerámica con la que fue enterrado, pertenece a la denominada Fase I, la más antigua, además de localizarse vasijas de las fases II y IIIa, lo que hablan de una utilización de la necrópolis durante el poblamiento más antiguo de la Isla y en un período de, como mínimo, 1.000 años (200 a.C. y 800 d.C.), a tenor de las dataciones más fiables de la Isla, obtenidas a través del Carbono 14.

Destacar además que en varios de los huesos son claramente visibles algunas de las enfermedades que padecieron, como osteoporosis, una falange primera de una mano fracturada y soldada; rasgos genéticos hereditarios como un característico abultamiento que aparece en tres de los cráneos, o problemas dentales, entre otros.

El resto del ajuar funerario está formado por lascas y diques de basalto gris y vítreo, algunos de los cuales, con toda probabilidad se utilizarían para el sacrificio de los animales. Los materiales malacológicos están constituidos por unas cuarenta conchas de lapas, de las que tres están perforadas al igual que la única concha de púrpura. Sin embargo, a los especialistas les extraña "la ausencia total de otro tipo de ajuar funerario que suele ser muy abundante en las cuevas funerarias de la Isla, como son los punzones, colgantes y cuentas de collar en hueso, piedra o concha marina, las cuerdas de pelo o materia vegetal trenzadas".

El origen de estos restos se encuentra en un yacimiento arqueológico descubierto, de forma casual, a comienzos de la década de los 70, durante la realización de obras para la apertura de una pista y la construcción de unos canteros de aguacates que atravesaban el poblado de cuevas en ambas márgenes del Salto de Casimiro, muy cerca de la confluencia entre los barrancos de Tenisca y Torres. La "excavación" no fue realizada por profesionales, se hizo de una forma apresurada y sin metodología científica, por lo que muchos de los vestigios, con toda probabilidad, aún permanecen en el lugar, lo que invita a una nueva intervención.

De igual forma, cabe hacer mención a que en la mayoría de los enterramientos benahoaritas se ha documentado la práctica de sacrificios de ovicápridos, generalmente de individuos bastante jóvenes, con edades no superiores a un año. Sin embargo, en la necrópolis del Salto de Casimiro se han encontrado, por primera vez, numerosos restos de cochino que, salvo un molar de un animal adulto, pertenecían a lechones recién nacidos.

El consejero de Patrimonio Histórico, Primitivo Jerónimo, informó de que los citados restos óseos ya se encuentran expuestos en el Museo Arqueológico Benahoarita, en Los Llanos, ya que sus instalaciones "son las adecuadas para conservarlos y protegerlos", advirtiendo de que "nos encontramos ante una de las tres mejores necrópolis benahoaritas, equiparables a las del barranco del Espigón, en Puntallana, y el huerto de Los Morales, en Garafía".