Tener un hijo, plantar un árbol, escribir un libro... y por qué no, enterrar algo representativo en una cápsula del tiempo para que muchos años después las futuras generaciones lo rescaten como si de un tesoro se tratara. Sin duda, son acciones que dejan huella de la existencia de cada persona, pero no todo el mundo puede llevarlas a cabo a lo largo de su vida.

Un grupo de antiguos estudiantes del colegio Mayantigo, de Los Llanos de Aridane, cumplen hoy uno de esos sueños infantiles, casi como si del guión de una película se tratara. Regresan por un día al que fuera su centro educativo para abrir ante los nuevos alumnos un mensaje que ellos mismos enterraron hace exactamente 25 años, coincidiendo con la primera celebración oficial del Día de Canarias.

Los estudiantes de la primera promoción que salía del CEIP Mayantigo en 1984, muchos de ellos sorprendidos por el acontecimiento, serán testigos del resultado de un sencillo experimento impulsado por un claustro de docentes comprometidos con la educación de tantas y tantas generaciones. La cápsula (un simple bloque de hormigón que sirve de continente) enterrada en el jardín del colegio, bajo una loseta de cemento con la fecha del 30 de mayo de 1984 inscrita, fue casi olvidada y pasó desapercibida hasta el punto de que al inicio del presente curso, el que marca la fecha para su recuperación, casi nadie sabía de su existencia real, pese a que un manuscrito que se guardó entre los archivos del centro contaba la historia.

Un recuerdo borroso

Ni los antiguos alumnos, ni los maestros. La gran mayoría ni se acordaba de aquel acto. Ni siquiera en qué parte del jardín del colegio se había sepultado la cápsula. Pero, las casualidades de la vida misma hicieron que César Hernández, uno de aquellos alumnos que hoy se dedica al comercio de plantas en una empresa local, rescatase del olvido el evento para ponerlo en conocimiento de la dirección del colegio.

César, que ha seguido en contacto con el centro después de tantos años (habitualmente lleva flores y plantas al centro) se fijó en varias ocasiones en el lugar en donde su mente le decía que se había enterrado no sabía muy bien el qué. Pero recordaba que la fecha estaba prácticamente cumplida. Se lo comunicó en varias ocasiones a la directora Celia González, señalando el punto exacto. Y allí estaba el bloque de cemento con la fecha. Tras rebuscar en los archivos se halló el manuscrito encuadernado y todo quedó claro. Había llegado el momento de desenterrar aquel recipiente para conocer su contenido.

En una de las paredes del centro permanece la foto de aquellos chicos, los que el 29 de mayo de 1984 enterraron la cápsula, en colaboración con sus maestros. En medio del amplio grupo de alumnos (que posaron con motivo del viaje de fin de curso justo en el punto donde se enterró la cápsula) está César Hernández. El más pequeño, tímido, casi escondido, sería el encargado de rescatar la emotiva historia 25 años después.