El Domingo de Ramos se suceden en todo el mundo las imágenes de lo que han bautizado popularmente como "la procesión del burrito", donde se bendicen las hojas de las palmeras, ésas con las que se conmemora la entrada de Jesucristo en Jerusalén. Para los católicos la misa de este día es un evento ineludible y uno de los más representativos de los actos que dan paso a la Semana Santa.

En La Palma las hojas de las palmeras no se utilizan sólo una vez al año por un motivo religioso. Sirven para mucho más. Bolsos, mochilas, cestos, sombreros, abanadores, ceretas... Aunque resulte increíble, la palma tiene mil usos. Lo saben bien en el barrio de San José, en Breña Baja, donde unas 25 personas en un taller de más de 95 horas han aprendido a sacarle el mejor partido. Retoman así una técnica que convierte las finas hojas de una palmera, lo que en su argot denominan "empleitas", en utensilios prácticos.

Eso sí, como materia prima no utilizan el mismo tipo de palmera. Comúnmente la de jardín es la que se emplea el Domingo de Ramos. Para manipular la hoja y transformarla en artesanía pura es necesario recurrir a la planta autóctona. Y tampoco valen las hojas que se han caído al suelo. Hay que buscar la parte más blanca y tierna, el cogollo, para secar las hojas al sol en verano y así poder tratarlas.

Ante la escasez de la palmera autóctona, desde el área de Medio Ambiente del Cabildo insular la controlan para evitar su desaparición. "Resulta más costoso coger el material de dentro de la palmera que elaborar luego los cestos", explica la consejera de Artesanía, Clara Isabel de Paz, quien añade que esta especie está resultando afectada por los ataques del picudo rojo, introducido en palmeras foráneas que se han plantado en la Isla. "Por eso es cada vez más complicado usar material vegetal", concluye de Paz.

Pero a pesar de estas dificultades, el arte de la palma no se abandona. La Asociación de Vecinos Josana vincula al público en general una tradición artesanal muy arraigada a la Isla y que, de manera especial en el barrio de San José, en Breña Baja, se ha ido trasladando a las nuevas generaciones ya que, sobre todo la fabricación de cestos, supuso para muchas familias un importante sustento económico en épocas pasadas.

La técnica en sí no resulta nada fácil. Destroncar la palma es el primer paso. Luego hay que ir desgajando cada varilla para empezar a tejer. "Hay que tener paciencia y trabajar la palma con mucho mimo", advierte la profesora del taller, María del Rosario Álvarez. A sus 73 años se sigue sorprendiendo del orgullo que supone ver finalizada y expuesta una "obra hecha con tus propias manos", dice.

Con actividades como ésta en Breña Baja, pero también en el resto de la Isla, mantienen viva una labor entrañable. Ahora el arte de trabajar la palma es más un entretenimiento para estas mujeres, pero también para los hombres, que los hay, quienes se interesan por perfeccionar su técnica. Caer en la manos de estas artesanas, aunque sólo sean aficionadas, es lo mejor que le puede pasar a una hoja de palma.