Un una conversación con el editor de la revista L'OPERA durante el descanso de una representación en el antiguo teatro Leal, surgió la figura del tenor canario, del que dijo que era considerado como el dios de la ópera. En aquella época ya lo adoraban en Italia, y era habitual del Reggio de Parma y La Scala de Milán, donde cantó en 29 ocasiones.

En este repaso a artistas con los que he tenido vivencias personales y amistad, hoy me ocupo de Don Alfredo Kraus Trujillo, ilustre canario nacido en 1927 en Las Palmas, que falleció en Madrid en 1999, con 71 años. No creo haya existido un artista, en toda la extensión de la palabra, que diera a nuestra tierra tanta notoriedad. La pintura, la literatura u otras artes quedan suficientemente reflejadas, pero de la voz humana solo quedan las grabaciones, y no se palpa igual. Alfredo es considerado el tenor lírico belcantista más importante del siglo XX. Perfeccionista hasta la médula, dedicó su vida al aprendizaje de su carrera, y demostró con la enseñanza su maestría, instruyendo a otros sus conocimientos. En las clases magistrales era un compendio de sencillez y templanza, por eso en el seno de la ópera fue admirado, respetado y querido. Siento por la música un amor sublime, y en particular, una enorme admiración por él, que se acrecentó al haber tenido la suerte de compartir momentos muy felices a su lado.

Conocí a Alfredo en un viaje a Madrid. Llevaba unas cajetillas de tabaco para una empresa de publicidad, Movierecord, y quedaron tan agradecidos que se ofrecieron a conseguirme entradas para el teatro o la radio. En aquel entonces tenía mucho interés por presenciar un programa en Radio Madrid que dirigía José Luis Pecker. Fue una sorpresa cuando el locutor anunció que acudiría un tenor canario que estaba triunfando en el teatro de La Zarzuela. Con la vestimenta de Fernando, y directamente desde el coliseo madrileño, entró y cantó la famosa romanza de Doña Francisquita "Por el humo se sabe..." A partir de ese momento le seguí a todas partes. Estando en Las Palmas, se proyectó en el cine Capitol una película sobre Julián Gayarre que protagonizaba, y allí me planté todas las noches durante mi larga estancia en la isla. Me la sabía de memoria.

Por trabajo viajaba bastante a la península, y pude asistir a representaciones en el Liceo de Barcelona y el teatro de La Zarzuela de Madrid, pero también en Bilbao, Oviedo, o Valencia, además de los siete festivales de Tenerife en los que Kraus estuvo presente. En Barcelona me hospedaba en el mismo hotel, y aprovechábamos para comer juntos. En varias ocasiones fuimos al restaurante El Túnel de Muntaner. Un día le hice una observación negativa sobre una famosa cantante, y me dejó planchado: "¡No te permito que hables así de esta colega!". Era una gran dama que cantó con él y se retiró en el Liceo.

Alfredo era un hombre justo, tímido y muy sencillo. En los años que estuvo viniendo a Tenerife nunca quiso ir a restaurantes importantes. Le encantaban los guachiches y las casas de comida de los pueblos, y se pirraba por cabrito y conejo con papas, aunque también disfrutaba de un buen pescado. Siempre con poca gente, apenas dos o tres amigos, no le gustaba comer en mesas interminables de gentío, ni la notoriedad, aunque cuando asumí la presidencia de la ATAO me tocó hacerle un homenaje en un restaurante en El Socorro, y tuvo que ceder.

Le entregamos un precioso pergamino pintado por el bueno de Juanito Galarza. Nos correspondió con una cena en un hotel del Puerto de la Cruz. Un día en casa me firmó todos los discos y óperas completas que tenía. Se sorprendió de que hubiera grabado tanto.

Necesitaría mucho más espacio para contar más anécdotas, entrañables momentos y alguna que otra juerga. Kraus ha sido uno de los artistas españoles de todos los tiempos, de los más premiados. Se mantuvo fiel a su estricto conocimiento, cantando unos 25 papeles de repertorio por todo el mundo. Dirigido por los mejores, y en los teatros operísticos más afamados, daba autenticas lecciones de canto. Para nuestra familia ha sido muy importante, y estará siempre en nuestro recuerdo.

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