Da lo mismo que los gobiernos centrales sean de derechas o izquierdas. Las amenidades, convertidas en auténticas humillaciones al pueblo canario, no cambian de sentido. Ignorar a nuestro Archipiélago parece haberse convertido en la divisa de una serie de desconocimientos hacia estas tierras procedentes de unos despachos radicados en Madrid donde, incomprensiblemente (es una expresión menos dura), se olvidan de lo que significa una comunidad española fragmentada, alejada del continente y en medio del Atlántico. Como siempre, tendremos que proceder a digerir el estado de indignación que cruza estas Islas y compilarlo a los múltiples episodios que narran los atropellos que, a lo largo de la Historia, vienen soportando estas tierras.

Canarias, como Cataluña o el País Vasco, es reconocida como nacionalidad dentro del Estado español, Es decir, Canarias es nación, es pueblo. El campo de competencias en distintas materias es amplio y la Unión Europea nos cataloga y reconoce como una de sus regiones ultraperiféricas, a pesar de las cortapisas que algunos señores con corbata nos han dedicado desde Bruselas y Madrid, más desde la capital del Reino de las Españas que desde la europea. No existen compromisos definidos sobre nuestras aguas y sobre las relaciones con los países vecinos. Una formidable nebulosa envuelve la teórica amistad con Marruecos y esta se disipa cuando desde aquí se plantea cualquier reivindicación. Por ejemplo, las prospecciones petrolíferas, sobre las que se acaba de pronunciar el Tribunal Constitucional desestimando las competencias del Gobierno canario en materias de catas y explotación de hidrocarburos cerca de las costas de Fuerteventura. Se soslaya que pueden quedar sin agua potable, en caso de incidentes graves, más de 200.000 personas. ¿Conocen los magistrados del alto Tribunal este dato? ¿Otro varapalo?

Este Ejecutivo, disperso en un mar de debilidades, se afana en no perder de vista el complicado camino de aproximaciones, con indeseables enfrentamientos personales, que lo llevan a vaguedades desde distintos enfoques impuestos a partir de la Conquista por innumerables caciques, personajes que han entorpecido el progreso de este pueblo vendiéndose al mejor postor que brindaba apellidos y tierras. La jugada, que continúa hasta hoy, consistía en no molestar, en una sumisión vergonzosa a cambio de prebendas.

El servilismo ha llegado hasta nuestros días en forma de pleitesías, contribuyendo a que la Comunidad sea tratada de manera diferente a otras que han puesto sobre la mesa, además de los arrestos, fuertes indicativos de protestas; lo que se ha traducido en la consecución de determinados privilegios que otros pueblos no reciben, con el evidente perjuicio en sus economías. En Canarias no sólo se han visto afectadas las distintas administraciones, sino que desde aquí, teniendo en cuenta exclusivamente lo que generan los aeropuertos, la Hacienda estatal ha esquilmado todos esos millonarios beneficios y los ha destinado a construirles, por ejemplo, el AVE a los peninsulares. Los catalanes han sido los últimos favorecidos con la llegada de este transporte a Figueras, con lo que los pedigüeños cotidianos han logrado acercar la frontera con Francia, aproximándola, igualmente, a Suiza, país que en las últimas semanas ha sacado a la luz la fraternal relación que guarda con algunos próceres de Catalonia.

Pero no terminan aquí los temores que el Gobierno central tiene hacia ciertas autonomías y la ínclita ministra de Fomento, Ana Pastor, genera nuevos ultrajes hacia Canarias. Ha reducido el precio de los billetes del AVE un 11% en su tarifa general, además, ¡atención!, de poner en marcha unas ofertas que llegan hasta el 70% para captar nuevos clientes y llenar los trenes. No contenta con esta provocación (en la Península los traslados se pueden realizar en coche, guaguas, bicicletas, patines, aviones con tarifas de risa entre comunidades...), no se concreta con los canarios y nos castiga con la obligatoriedad del certificado de residencia, la posibilidad de que se reduzcan las subvenciones aéreas y, por consiguiente, el incremento de las tasas a niveles brutales... ya efectivas. Tal es la consecuencia producida que las cifras han revelado un descenso turístico de 200.000 visitantes el pasado año. Por suerte, los canarios contamos con un ministro paisano: el converso Soria. Gracias a los loados desvelos por lo que acontece en su tierra, estos datos son altamente positivos para la economía de Canarias.