"Una caña. Una caña son tres cartones de leche. Una caña. Una caña es una docena de huevos. Una caña... No puedo tomarme una caña desde hace tiempo. Ni me lo planteo. Prioridades. Ni siquiera las marco yo. No recuerdo ya cuándo salí a tomar una caña". Lo escuché y se me cayó el alma. Hasta hace poco eso era impensable aquí. Aquí es España. El país de los campeones de todo. Ese país, el mío, que se diluye. Y no sólo es el dinero que se llevan los que menos lo necesitan.

La persecución a los ciudadanos crece exponencialmente a medida que aumentan la crisis, el desempleo y la pobreza. Nos persiguen a porrazos, nos vigilan como a delincuentes, nos sancionan a discreción y para rematar nos reducen las armas jurídicas, el acceso constitucional a la justicia para poder defendernos de los ataques de estos gobernantes injustos que no merecen el sueldo que cobran con cargo a nuestros impuestos.

Demagógicamente dicen que quien no tenga que acudir a la justicia no tiene por qué temer a las tasas judiciales, lo que en algunos supuestos es tanto como dar carta blanca a los saqueadores. Para recurrir una multa de 90 ? deberemos consignar 200 ?. Manda güevos.

Un gobierno ideológicamente retrógrado nos destripa hasta el ánimo. Miente con un cuajo increíble a la vez que expulsa a nuestros jóvenes, corta la investigación en la que somos punteros y deja bajo el cielo raso y en las colas de la caridad a muchos laboriosos conciudadanos.

Llevo ya un tiempo pensándolo: quisiera ser un expatriado. Uno se puede ir de su país por trabajo, por ejemplo, pero entonces pasa de ser un expatriado, palabra de resonancias románticas, a ser un inmigrante. No es lo mismo. Los que se van a Alemania a trabajar son emigrantes.

Un expatriado lo es por razones políticas, sentimentales tal vez o incluso delictivas. Puro romanticismo, como ven, si excluimos a aquel segurata bizco y calvo que huyó a Brasil y le pillaron. Yo no quiero ser emigrante a Alemania, con lo estrictos que son en cosas del trabajo y lo jodido que debe ser aprender a hablar con la garganta. Los tiempos actuales están para las dos cosas, para emigrar y para expatriarse. Lo uno se lo debemos a los políticos y lo otro... también.

Pero mejor me quedo con la expatriación. No puedo ser un expatriado por amor. Podría expatriarme por un asunto de dinero, tal vez un desfalco, una estafa o algo así... pero o me hacía previamente político para que me amnistiaran y me incorporaran con un sueldazo a una empresa recientemente privatizada o terminaban por pillarme a los pocos meses, como al segurata ese de antes.

Sólo se me ocurre una manera elegante y romántica de expatriarme: Como protesta política. ¿Hay algo más hermoso y altivo que un expatriado político? Cuando sabes de tantos alcaldes que ganan más que el presidente del Gobierno, cuando existen tantos políticos con decenas de asesores a cincuenta mil euros por cabeza, cuando uno conoce tantos hijos de su madre dedicados a la política que se envuelven en la bandera, en los intereses de la clase obrera o de las clases medias cuando les pillan con las manos en la bolsa de basura de billetes de 500 euros y unas cuentas en Suiza que te tumban... te entran unas ganas locas de expatriarte. Me da vergüenza ser compatriota de tanto caradura.

Vénganse conmigo. Vayámonos todos, abandonemos todos a la vez este pútrido barco dejando a sus nefastos gestores con la boca abierta, huyamos de esta cueva de Alí Babá mientras no nos abandone la rabia por tanta ignominia, mientras nos quede un euro en el bolsillo sin que se lo hayan llevado, mientras podamos ir con la cabeza bien alta distinguiéndonos de ellos. Neguemos ser compatriotas de tanto bárbaro medieval que arrasa nuestro país, bajo cuyas pezuñas no vuelve a crecer el bienestar.

Me gustaría transmitir un pensamiento de aliento pero solo se me ocurre decir que no hay mal que cien años dure, que los psoístas se organicen para que los socialistas, muchos en España, recobremos la ilusión de salir pronto de esta pesadilla, porque esta orfandad nos desmotiva, casi tanto como pasarlas tan canutas.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es