Todos los cinéfilos lo decimos: la calidad de las películas que se proyectan en la actualidad ha disminuido de manera sensible. No hay más que echarle un vistazo a las carteleras para comprobar lo que digo. Muchas películas de acción, otras tantas del género fantástico y de dibujos animados y ... poco más. De vez en cuando, para que no olvidemos que aún existen, nos llegan unas cintas serias, con temas argumentales profundos, interpretadas por actores de renombre, dirigidas por directores que, vista la situación, no se prodigan, pero son tan pocas que apenas se publicitan y pasan casi desapercibidas.

No me atrevo a pronosticar el futuro del cine, como tampoco me arriesgo a opinar sobre la prensa o los libros tradicionales, aunque sí leo lo que dicen los entendidos en la materia y me asombra su disparidad de criterios al respecto. En cuanto al cine, sin embargo, las perspectivas son mucho más halagüeñas, puesto que si desaparecen las salas de proyección tradicionales sí persistirá el cine en familia. Pero está claro que el tipo de cine que ese público va a exigir -ya lo hace- cambiará los criterios y patrones que hoy rigen la industria cinematográfica.

Lo dicho con anterioridad resalta aún más si cabe la actitud de algunos directores y productores que, a pesar de las dificultades que salen al paso para filmar una buena película, se lanzan a la aventura sin pensarlo demasiado, y eso por que aman el cine y casi les va en ello la vida. No obstante, todos no son iguales al gastar su fortuna en proyectos que pueden resultar ruinosos. Steven Spielberg, por ejemplo, puede permitirse el lujo de filmar películas que luego han resultado ser auténticos fracasos económicamente hablando, pero tiene para cubrirse las espaldas los éxitos de E y otras muchas.

Y llegamos ya al mensaje que quería trasmitir a mis pacientes lectores: no se pierdan la última película de Costa Gavras, "El capital", aunque no sé si podrán verla porque probablemente no estará en las carteleras cuando este artículo se publique. De todos modos para eso están los videoclubs.

Porque "El capital" sigue las pautas que Costa Gavras se marcó al iniciar su carrera. Su afán, su único afán, parece ser denunciar a la sociedad que le ha tocado vivir, sobre todo en los aspectos relacionados con la libertad y el respeto que merece el ser humano frente a la voracidad que algunos sienten por el poder y el dinero. endríamos que recordar aquí una de sus mejores películas, "Z", donde reconstruye el asesinato organizado por la policía de un líder izquierdista, y el intento de disfrazarlo de accidente; "La confesión", una denuncia de lo más virulenta contra los totalitarismos de cualquier signo; "Desaparecido", quizá la que más fama le ha dado por contar una historia real, pues analiza la desaparición de un joven periodista estadounidense durante el golpe de estado de Pinochet, en Chile, el 11 de septiembre de 1973; o, para terminar, "La caja de música", la estremecedora historia de una abogada que defiende a su padre al ser acusado de colaborador con el nazismo. En fin, una vida dedicada, como antes decía, a la denuncia contra el conformismo, y que por lo visto aún tiene fuerza para remover la m.., aunque dé mal olor.

Pero si las películas anteriores de Costa Gavras nos retrotraían a episodios sucedidos con anterioridad, "El capital" nos sumerge en un problema que todos estamos viviendo en la actualidad, la crisis económica, señalando con valentía a los culpables de nuestro padecimiento. La función de los bancos en el proceso, la actuación de las llamadas agencias de calificación de riesgo, los miles de despidos que se ocasionan, el caos social que se produce al perder los trabajadores muchas mejoras conseguidas tras muchos años de lucha, etc. son analizados de manera minuciosa y sugerente puesto que Gavras no evita las referencias a la ''dolce vita'' de quienes se benefician de este sistema.

Una de las cosas que más me ha sorprendido de esta película es su oportunidad. Hacer una película sobre las tropelías cometidas por el régimen de Pinochet tiene mérito, lo mismo que denunciar en "Estado de sitio" la actuación de los tupamaros en Uruguay, pero estos, como tantos otros, son temas que tuvieron gran importancia en su momento. Desgraciadamente, el hombre es olvidadizo y el tiempo todo lo hace olvidar. El tema de "El capital", sin embargo, lo estamos viviendo ahora, hoy mismo, y nos hace pensar que Gavras es un valiente tratándolo.