1.- De cuantos mensajes entrañables de Navidad y fin de año he recibido, hubo uno que me llegó al alma. Procedía de una de esas empresas que velan por tu salud en la Internet y textualmente decía así: ", dile adiós a tu barriga cervecera". Y luego una serie de instrucciones que se completarán, naturalmente, con otras, previo pago de su importe. Antes de cagarme en la madre que parió al remitente reflexioné sobre lo que fuimos y sobre lo que somos. Ya se lo preguntaba Cantinflas: "¿Nos comportamos como caballeros, o como lo que somos?". Esta sociedad se ha vuelto irrespetuosa y casi violenta desde que el mago usurpó el papel del señorito. Porque el señorito puede tener sus taras, pero siempre fue correcto. La verdadera y última Transición la hicieron los señoritos; el elemento distorsionador era el PSOE, muchos de cuyos miembros no habían pisado alfombras, pero otros sí. Hay una izquierda de conveniencia que siempre las pisó. En Canarias, la educación se acabó desde que la soltó la aristocracia platanera y se la entregó al hijo del mago, que puede ser muy inteligente pero que tiene metido en el alma el resentimiento. Antes valía un apretón de manos; ya, no.

2.- Me llamó la atención, pues, el anuncio irrespetuoso del vientre cervecero. Yo me erizo cuando, en "El Corte Inglés", el individuo que enarbola la llave del coche -hay gente que no la suelta- te la empuja en la barriga, advirtiéndote de lo gordo que estás. El señorito y el mago siempre han vivido en un extraño maridaje. Nuestra Caja de Ahorros la fundaron los señoritos y un cura para captar el ahorro de sus criadas. Y en la refinería, por ejemplo, se colocaban a todos los hijos de las buenas familias de Santa Cruz que no habían terminado -algunos ni la empezaron- una carrera universitaria. Pero aquello funcionó más o menos bien y todos ellos se garantizaron de por vida la subsistencia.

3.- Ahora vemos cómo la aristocracia platanera las pasa putas porque los entrañables maestroescuelas, metidos de lleno en la política, han llegado a Bruselas; y no saben idiomas, pero tienen en sus manos las llaves de tu economía; y se construyen aquí mansiones lujuriosas, pero no defienden el plátano, del que vivieron sus padres. Es la venganza del chinito. Los hijos de la plebe se han convertido en notarios y en registradores sin alma, con esa pizca de resentimiento que ni siquiera desaparece cuando accedes a los cuerpos de elite. Hay que resignarse cuando un mago mierda te mete la llave del coche en la barriga, porque a lo mejor es un inspector de Hacienda y te puede joder si le das una piña. Así que lo mejor será emigrar, aunque sea demasiado tarde.

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