Si la expresión que he elegido como encabezamiento de esta carta debe interpretarse como la carencia de vergüenza, de comedimiento o de pudor, llamar desvergonzados a los políticos nacionales, autonómicos o locales, a los prohombres de las finanzas, a los que llamo así, no por ilustres, sino exclusivamente por destacados, y a una buena parte de aquellos que no se lucen precisamente a la hora de administrar justicia, sería dedicarles un autentico piropo, un cumplido inmerecido ¿Cómo es posible que todo lo que afearon -en muchas ocasiones con toda la razón del mundo- a sus predecesores hoy lo repitan sin el menor disimulo, sin respeto alguno, queriendo ignorar que tratan con ciudadanos y no con súbditos sometidos? ¿Cómo es posible que se permitan decir que nos dejan sin protección económica, sin una sanidad que funcionaba aceptablemente, con unas prestaciones judiciales exclusivas para personas adineradas? ¿Cómo se atreven a condenar a todo un país que se encuentra a la cola de Europa en formación intelectual a que la incultura se meta en lo más profundo del tejido social? ¿Cómo es posible que se burlen de esta manera de tantas personas, perjurando que todo lo hacen por nuestro bien y que en el futuro veremos los frutos, cuando está cada vez más claro que solo velan por los bancos y las clases pudientes? ¿Cuándo es ese futuro? ¿Cómo se puede poner como ejemplo de laboriosidad, y no de valentía, que es lo suyo, al ejército destacado en Afganistán, minusvalorando el trabajo de maestros, médicos, jueces honestos o mineros, pongo por caso, con todo el respeto que me merecen estos militares? ¿Cómo es posible que quieran resolverlo todo pidiendo perdón, deseando que todo mejore? Menos perdones, huelgan vanos deseos, sobran promesas, basta de engaños y mentiras. Tal vez habría que acabar diciendo a todos estos desaprensivos personajes, al menos, lo de "¿por qué no te callas?", aunque no tenga yo la menor intención de emular a quien las pronunció.

José Luis Martín Meyerhans

Deslizamientos políticos por soberbia

Es del todo obvio pensar que con los recortes efectuados durante estos meses por parte del Gobierno las comunidades hayan visto descender su deuda con respecto a 2008, un año después del comienzo de la crisis. Pero lo que entonces no se entiende es cómo, cuando no se ofertan servicios y los que hay se recortan e incluso de anulan haciendo del gasto una lisonja, puede seguir la inflación en el mismo nivel (2,9%) que cuando comenzó el PP su andadura presidencial. No se confundan, pues la inflación sigue igual que cuando los populares cogieron las riendas del poder, exactamente en el mismo índice de referencia. Pero con una variedad muy notable: la precariedad progresiva de las familias se convierte en una lacra social que se acerca peligrosamente a la insostenibilidad total del sistema, por falta de recursos económicos para equilibrar la balanza de las arcas de un Estado desleal con las promesas hechas a los ciudadanos. No digo yo que todos los políticos sean iguales, pero no querrán desde el Gobierno convertirse en embajadores de los británicos confeccionado listas de defraudadores, pues tienen entonces que usar cajas de folios para redactarla. No se olviden, señores de Hacienda, poner en primer lugar de la misma a más de uno de sus colaboradores, a gente a la que se le condonÓ la deuda tributaria por una pequeña muestra de apoyo, y a muchos otros que, a pesar de todo, ni han pagado lo que debieran ni intención tienen de hacerlo. ¿A que es mucho menos denigrante para ustedes cortar el grifo de los recursos a las familias que lograr recaudar dinero de muchos, ante los que después tendrían que disculparse? Estamos realmente mal, muy mal, esperando un crecimiento que no llega, usando los últimos recursos que nos quedan sin el más liviano repunte del mercado laboral, supeditado a un corto espacio para los bancos y demasiado largo para los ciudadanos. Juan Antonio Sánchez Campos

Deslizamientos políticos por soberbia

Es del todo obvio pensar que con los recortes efectuados durante estos meses por parte del Gobierno las comunidades hayan visto descender su deuda con respecto a 2008, un año después del comienzo de la crisis. Pero lo que entonces no se entiende es cómo, cuando no se ofertan servicios y los que hay se recortan e incluso de anulan haciendo del gasto una lisonja, puede seguir la inflación en el mismo nivel (2,9%) que cuando comenzó el PP su andadura presidencial.

No se confundan, pues la inflación sigue igual que cuando los populares cogieron las riendas del poder, exactamente en el mismo índice de referencia. Pero con una variedad muy notable: la precariedad progresiva de las familias se convierte en una lacra social que se acerca peligrosamente a la insostenibilidad total del sistema, por falta de recursos económicos para equilibrar la balanza de las arcas de un Estado desleal con las promesas hechas a los ciudadanos.

No digo yo que todos los políticos sean iguales, pero no querrán desde el Gobierno convertirse en embajadores de los británicos confeccionado listas de defraudadores, pues tienen entonces que usar cajas de folios para redactarla. No se olviden, señores de Hacienda, poner en primer lugar de la misma a más de uno de sus colaboradores, a gente a la que se le condonÓ la deuda tributaria por una pequeña muestra de apoyo, y a muchos otros que, a pesar de todo, ni han pagado lo que debieran ni intención tienen de hacerlo. ¿A que es mucho menos denigrante para ustedes cortar el grifo de los recursos a las familias que lograr recaudar dinero de muchos, ante los que después tendrían que disculparse?

Estamos realmente mal, muy mal, esperando un crecimiento que no llega, usando los últimos recursos que nos quedan sin el más liviano repunte del mercado laboral, supeditado a un corto espacio para los bancos y demasiado largo para los ciudadanos.

Juan Antonio Sánchez Campos