Muchos lo hacen aun desde la importancia que tienen no solo en la vida pública sino también en quehaceres meramente individuales. Pero lo más inquietante en momentos en que la incertidumbre es dominante es que algunos que deben presentarse en la vida activa y toma de decisiones trascendentales se embosquen, no den la cara y aun pretendan sobrevivir dentro de los esquemas en que hay que contar con ellos.

Los imprescindibles, que no existen, son un espécimen que ha dejado de ser referencia deseada, dado que es la colectividad, la idea universal, la que debe mantenerse como originalidad para decidir y para trascender lo de ahora, lo inservible y lo que se agota en sí mismo desde el primer instante que se pretende elaborar.

Los que se sientan en la mesa de las grandes cuestiones no concretan, no disponen, divagan, serpentean y se esconden en los fárragos de las palabras, se espera de ellos que al fin, desde sus mentes privilegiadas, ya que asumen que las tienen, salgan las soluciones esperadas.Y lo que se les ocurre es continuar en el empecinamiento de darle bofetadas a la nada, en decir estolideces que no convencen; en poner la mentira delante de la verdad, en recorrer caminos donde ni siquiera saben qué es lo que les acecha y se transfigura dislocando la realidad y teniendo el engaño como compañero permanente.

Escurren el bulto, y eso se hace de muchas maneras: estando pero sin estar, hablando sin cesar pero sin decir nada, subiendo y bajando la mano con dedos inquisitoriales como si fueran sentenciadores de lo mismo, de la nada. No son conductores de ideas, solo puros misioneros de sus disimulos perdidos. Escurren el bulto en las grandes conferencias, donde el mundo da la sensación de que con su concurso va cambiar, pero se escudan en su insolvencia intelectual, en su ramplonismo que no deja de acompañarlos y, sobre todo, en la mentira que elaboran como si fuera la teoría concluyente.

Y así tras la cortina del disimulo el mundo continúa caminando, y lo hace por sí solo, por propia inercia. Puesto que para la mayoría, para los decididores, la preocupación que no les deja de acompañar es escurrir el bulto como sea, aunque se dejen ver en todas partes como protagonistas de la nada, y eso sea su preocupación dominante.

La sociedad que demanda soluciones supersónicas en estos momentos está desabastecida de esos aceleradores, que lo que les preocupa, además de lo anterior, es enfrascarse en devaneos políticos donde las culpas de los unos van a los otros y al revés. Es ese el tema recurrente y así nos va.