CORREN muchos rumores en torno a las centenarias fiestas de Tigaiga y su futuro. Unas fiestas que se han mantenido en el tiempo gracias al entusiasmo y esfuerzo de muchas generaciones de nobles y honestos tigaigueros y tigaigueras: ya lo decíamos en nuestro último artículo publicado el pasado día 1 de septiembre en las páginas de La Prensa del periódico EL DÍA.

La crisis, el hambre y la miseria, y todo lo que esto acarrea, hacen imposible que la buena vecindad de Tigaiga pueda sostener en un espacio de cuatro meses dos fiestas.

Lo hemos dicho por activa y por pasiva. Si queremos que el barrio de Tigaiga siga celebrando sus centenarias fiestas, habrá que tomar medidas serias y concretas, pues el vecindario no puede, bajo ningún concepto, seguir adquiriendo semanalmente tres números de lotería en momentos tan dramáticos como los que vivimos: dos con la comisión de fiestas de Tigaiga y uno con la comisión de San Antonio Abad. Ya se rumorea que muchos vecinos no pueden soportar la compra de tales números semanales, y se oye decir que a muchos vecinos no les queda otro remedio que dejar de comprar algunos de ellos, dadas las precariedades económicas por las que pasa Tigaiga, un barrio afectado por la crisis y el paro.

Son muchas las veces que me he comprometido tanto a colaborar con distintas comisiones como a formar parte de muchas de ellas como presidente, y soy de los que digo que bajo ningún concepto podemos dejar arrinconadas las fiestas de Tigaiga, y que la única salvación para que esto no suceda es recortar días festivos, pues desde hace más de treinta décadas las fiestas de Tigaiga tenían un programa de seis días festivos. Imposible ahora mismo poderlo llevar a cabo por lo ya comentado.

Mucho nos han hablado nuestros abuelos de las viejas y tradicionales fiestas de Tigaiga en honor de la Inmaculada Concepción. En aquellos años, los días festivos eran solamente tres: sábado, domingo, día principal, y el lunes. El martes se procedía al desenrame de la plaza y la calle, y se daba paso a la entrega de la bandera al nuevo presidente, entre los vecinos, como también el correspondiente ramo de flores a la nueva presidenta. En una esquina de la plaza (entre los vecinos) se realizaba una pequeña papada, entre la comisión entrante y la saliente. Y con ese sencillo acto finalizaban las fiestas.

En las últimas décadas, algunas comisiones quisieron ampliar los días de fiesta hasta llegar a las cinco jornadas, pero otros intentaron aumentar los festejos, gracias a la nueva bonanza económica y el entusiasmo colectivo de los componentes, con el objetivo de poner el listón lo más alto posible, y lo lograron, ya que por esos tiempos no tan lejanos en Tigaiga se vivieron grandes y comentadas fiestas.

Pero la cosa ha cambiado: Tigaiga no es lo que fue, un barrio muy elogiado que había mantenido su primitivo origen hasta ir perdiendo su encanto. Las nuevas construcciones otorgadas por distintas corporaciones desdeñaron la belleza primitiva de este que fue un barrio singular de carácter agrícola y en sus tierras se recogían los mejores frutos.

Dicho todo esto de memoria, y porque lo hemos visto y palpado desde nuestra niñez, notamos que ahora mismo los tigaigueros deben ponerse de acuerdo para que este barrio no pierda sus centenarias fiestas en honor de la Inmaculada Concepción, y bajar el listón, pues los tiempos en que vivimos ahora mismo nos aconsejan prudencia, sin que esto quiera decir que las centenarias fiestas de Tigaiga vayan a desaparecer.

Si mantenemos al menos las costumbres de nuestros mayores, de aquellos tres días, a la espera de tiempos mejores, sería un gran acierto ante las dificultades que ahora mismo están a la vista de todos.

Por todo lo dicho, es el momento de reflexionar y mantener la tradición en la medida de lo posible, adaptándonos a la fuerte crisis que venimos padeciendo y que parece no tener fin.