CASI no me lo creía, pero es cierto: el hombre suele tener amigos según las circunstancias. Si eres millonario, los tendrás a montones. Si tienes buenas fincas, tampoco te faltarán, y si no tienes nada, aquellos que tú creías que eran tus amigos de confianza se van olvidando de ti, porque, como no tienes nada que ofrecer, salvo la humildad y la honradez, pues te vas quedando tan solo como cuando llegaste al mundo.

La vida es así de dura en muchas ocasiones, y nunca mejor dicha aquella frase de viejo sabio: "Tanto tienes, tanto vales". Y no le des más vueltas de hoja al asunto, porque la respuesta exacta nunca la vas a encontrar.

Y no olvides que en esta vida hay gente aprovechada -lista diría yo-; son aquellos que se acuerdan de santa Bárbara cuando truena (dicho popular que tiene mucho de cierto).

Por lo tanto, amigo y compadre Casimiro, tiene Vd. mucha razón cuando me habla de amigos de primera, de segunda y hasta de tercera. Y de los intereses de algunos amiguetes que a la hora de la verdad ni siquiera agradecen nada de nada.

Claro que también hay que tener en cuenta la condición social de cada persona o elemento. Nosotros, los "borricos", no tenemos cabida en ciertos y determinados lugares, porque no somos de la altura de determinada clase social o intelectual, y porque nuestra graduación no llega a más allá de la que nuestros padres nos pudieron dar. Pese a ello, tampoco me bajo de la acera para darle paso al varonil intelecto a la hora de sacar a conclusión la varita de medir.

Tu carta, amigo Casimiro, está llena de razones, y una vez más tus consejos son tan firmes y verdaderos como los Roques de Fasnia. De cualquier manera, nosotros nunca hemos cambiado ni de forma de ser ni de amiguetes, porque sabemos muy bien quiénes se venden por un plato de lentejas. Los buenos amigos siempre estarán en la cabecera de tu cama y te acompañarán en las horas más difíciles que la vida te puede dar. Con los aprovechados hay que tener mucho cuidado, porque al menor despiste te sacarán el mondongo.

La vida del hombre está sometida, como Vd. bien sabe, estimado compadre, a triunfos, desengaños y fracasos. El poderío lo abarca todo, y hasta hay quien olvida que vino al mundo desnudo, por mucho que lo quieran ocultar. Los garbanzos en casa no faltan ni tampoco las papas o el pescado; arrastrar el culo por una laja sería lo último que el hombre sencillo y honesto debe hacer. Pero en estos mundos de Dios algunos lo hacen con tanto descaro que ni siquiera se sonrojan. Esta es la sociedad consumista y aprovechada, y a la que a mí me gusta esquivar.

Los aprovechados, que también los hay, intentan ser vistos. Disfrutan del momento al socaire de la parrandola, pero, llegada la hora de la verdad, se ocultan en la oscuridad más remota posible, pues solo sirven para disuadir y hacerse valorar entre quienes ni les prestan atención ni los valoran. A esa clase de pandemia yo no la aplaudo, compadre Casimiro.