LOS EXCESOS y defectos se pagan, pasan factura cuando uno menos se lo espera, y cuando llega el momento de rendir cuentas a los despropósitos o abandonos propios nos percatamos de que nos hemos entretenido en cosas superfluas o banales o, lo que es peor, en aspectos con apariencia de relevancia. Sin embargo, pese a la adversidad repentina, y confío que transitoria y superable, prevalece el sentido de la voluntad y del afán de sobreponerse a la pesadez del cuerpo físico o del instinto malo de la relajación. No es bueno caer en la tentación de dar por válido aquello de salir del paso en aras de un supuesto bien que se resquebraja o quiebra cuando se trata preservar la salud o el equilibrio espiritual y físico. Solo en D-s deposito mi confianza.