UN AÑO MÁS, los vecinos de las calles del Sol y del Medio de Arriba celebran con el regocijo de siempre, y heredado de nuestros mayores, las fiestas en honor de la Santa Cruz. Una tradición que se remonta al siglo XVIII, según nos manifestaba el recordado don Guillermo Camacho, y que sigue estando muy presente al despertar el mes de mayo realejero.

Arte es el esmero con que adornar los mejores sentimientos en ambas capillas, las cuales despiertan el interés de muchos forasteros. Flores y cirios darán colorido, como es habitual, a esas pequeñas ermitas, que con el transcurrir de los años se han ido mejorando. En ellas encontramos el símbolo del cristiano: la santa cruz, tan venerada antes como ahora, cuyas raíces penetran en los corazones de las gentes de estas dos calles.

Los fuegos son la combinación pirotécnica hecha arte por los afamados hermanos Toste, por la calle del Sol, y Caballet, por la calle del Medio, que como en años anteriores iluminaron el celeste azul del cielo de esta villa en tan esperada jornada.

Dos calles en pleno "pique", pero sano en lo más íntimo, que ofrecieron al paso del Santo Madero, ya caída la tarde, y bajo el cielo estrellado, dos elegantes ramilletes de fuegos, como la mejor ofrenda heredada de nuestros antepasados, y que llenaron de luz, colorido y esplendor este Tres de Mayo en la noble villa realejera, donde se dieron cita miles de forasteros de distintos lugares para presenciar la más grande de las exhibiciones pirotécnicas de Canarias y de España en un acto seguido.

El entusiasmo de las respectivas comisiones de fiestas, tanto la del Sol como la del Medio, ha sido muy meritorio, y les enviamos desde estas páginas de EL DÍA nuestra felicitación, y también se merecen el mismo trato los vecinos. Ellos son los grandes protagonistas de la noche y del esfuerzo económico para que la tradición siga su curso.

Venir a Los Realejos esa noche es nuestro mejor consejo. Porque verán dos hermosas capillas vestidas con sus mejores galas, y dos calles engalanadas para que la Santa Cruz sea paseada solemnemente por ellas al son de los estampidos y las iluminarias carcasas que encienden de color y magia el triunfal recorrido.

Así se manifiestan estos vecinos. Siempre cerca de la cruz, haciendo un pequeño esfuerzo, con el fin de no fallar en tan prestigiosa y admirada promesa.