A la mayoría de las fiestas se le añade el adjetivo de populares, pero no todas lo merecen. Con la Fiesta de las Cruces y Fuegos de Mayo de Los Realejos, la primera declarada de Interés Turístico de Canarias, no hay ninguna duda. Esta fiesta nace del pueblo y son los propios vecinos los que, con su esfuerzo y dinero, la hacen realidad. El papel de las administraciones públicas es en este caso anecdótico y, para quienes crean que una de las mayores exhibiciones pirotécnicas de Europa es un derroche en época de crisis, sólo un dato: los fuegos los paga el pueblo directamente de su bolsillo, sin un euro de dinero público.

El Día de las Cruces y Fuegos de Mayo de Los Realejos, que se celebra mañana, es fruto exclusivo del trabajo de vecinos y personas ligadas a dos emblemáticas vías del casco realejero: las calles del Sol y del Medio. Dos calles que iniciaron su tradicional pique de fuego allá por 1770, cuando los propietarios de las tierras, que residían en la calle del Medio, medían sus fuerzas con los campesinos, medianeros y artesanos de la calle del Sol. Desaparecidas las clases sociales y equilibradas las fuerzas, el pique continúa en las cruces y en el cielo incandescente de Los Realejos.

El trabajo para preparar esta fiesta, concentrada en un día grande, comienza, como les gusta decir a los vecinos de ambas calles, "cuando estalla el último volador". A partir de ese momento, las dos asociaciones culturales encargadas de la festividad se ponen a buscar fondos para financiar el año siguiente.

El trabajo dura doce meses y empieza el 4 de mayo. Cada calle organiza infinidad de actos para recaudar fondos: lotería semanal, rifas, almuerzos, cenas, ventorrilos, excursiones y una gran pedida o cuestación final, conocida como "la perra de la cruz", en la que se recauda alrededor del 70 u 80% del presupuesto de la fiesta.

El dinero se recoge casa por casa y, a pesar de la crisis, José Agustín Marrero Méndez, de la calle del Sol, afirma que "muchos se sorprenderían con la generosidad de nuestra gente y empresas".

Marrero reconoce que existe crisis económica, "pero la cruz es la cruz y eso es intocable". Miguel Ángel Hernández Ávila, de la calle del Medio, comparte esta misma opinión: "Hay crisis, pero la devoción a la cruz y la gran tradición que existe impiden que se note en estas fiestas".

La cantidad que se destina a financiar la festividad, la mayoría para la exhibición pirotécnica que suele durar unas tres horas, es un gran secreto que a los organizadores no les gusta desvelar. Eso sí, la cifra es muy importante y asciende a muchos miles de euros.

La calle del Sol "quema" sus fuegos con la pirotecnia Hermanos Toste, que hasta mediados de los años 90 del siglo XX trabajaba para la calle del Medio. "Los marqueses" ahora encomiendan sus fuegos a la pirotecnia valenciana Hermanos Caballer. A pesar de su vinculación, la relación entre las calles y las pirotecnias es sobre todo comercial.

El pique entre ambas vías es el alma de la fiesta. Marrero considera que esa rivalidad en los fuegos y el enrame de las cruces es clave y, para que no se resienta, "nos gusta que la cosa esté equilibrada". A su juicio, "esto es como un matrimonio, cosa de dos".

Hernández Ávila subraya que "ésta es una fiesta religiosa, pero su motor principal es el pique entre las calles. La rivalidad garantiza su conservación en el tiempo".

Para este dirigente del colectivo de la calle del Medio, "el gran valor de esta fiesta es que fomenta la identidad del pueblo realejero y su cohesión social".

Mañana, en las cruces y en el cielo de Los Realejos, las calles del Sol y del Medio transformarán un año más su pique en una inimitable explosión de belleza.