La decisión del socialista Ximo Puig de adelantar los comicios autonómicos valencianos ha abierto una brecha profunda con su vicepresidenta, Mónica Oltra (Compromís), en el epílogo de una legislatura donde los desencuentros habían quedado en segundos escalones de su gobierno, que ahora vive un gélido final.

Durante esta legislatura, ambos han exteriorizado siempre una gran afinidad personal, con efusivas muestras de cariño y una ejemplar lealtad institucional y política pese a los numerosos desencuentros internos que ha habido en el Consell, tanto en primera línea -sobre todo entre Oltra y la consellera de Justicia, Gabriela Bravo- como en el segundo y tercer escalón.

Como portavoz del Consell, Oltra ha justificado siempre esas desavenencias en el mestizaje del propio Gobierno valenciano que ha dejado varios choques en materia medioambiental y urbanística, fundamentalmente, pero entre ella y Puig fluía un respeto mutuo que tranquilizaba cualquier agua revuelta.

El runrún del posible adelanto al 28 de abril para hacerlas coincidir con las generales había abierto, en las últimas semanas, un cruce de pros y contras por parte de sus respectivos partidos al que se sumaba, como tercera pata del ya famoso Pacto del Botánico, Podem, que les ha dado respaldo parlamentario desde 2015.

Pero con el esprint final de este fin de semana, la grieta se iba abriendo paulatinamente mientras Puig, que tenía la potestad estatutaria para ese adelanto, llamaba a la calma.

Decía que hablaría con todos los actores implicados y añadía aún más tensión a una decisión dominada por el número 5 y que tenía fecha de caducidad: el 5 de marzo, 55 días antes de la posible cita electoral.

Y llegó el pleno extraordinario y urgente del lunes a las 5 de la tarde, con 5 consellers del PSPV enfrentados a 5 de Compromís. Un empate donde el president tenía voto de calidad del que hizo uso en una medida que su vicepresidenta ha censurado porque, frente a las 5.746 medidas adoptadas por el Botànic, la de hoy ha sido la única que no lo fue por unanimidad.

El pleno ha sido breve y tras él, Puig y Oltra han comparecido ante los medios en sus respectivos palacios góticos, el de la Generalitat y el de Valeriola (sede de vicepresidencia) separados por apenas 210 metros; primero el president en una solemne declaración institucional y poco después, la vicepresidenta en rueda de prensa.

El tono del dirigente socialista, conciliador. El de su mano derecha en el Consell, doliente. El primero, con carga histórica, reivindicativa y autonómica; el segundo, rubricando una brecha política insalvable entre Compromís y el PSPV, definiéndose como leal y narrando el desarrollo horario minuto a minuto, como si fuera una crónica de sucesos de un lunes muy poco Botánico.

El adelanto electoral servirá para "visibilizar el problema valenciano", ha dicho Puig, pero para Oltra convocar las elecciones autonómicas junto a las generales "no singulariza".

La oposición lleva tres años y medio intentando rentabilizar los episodios chirriantes del Consell y el PP no tardó en rebautizar el pacto del Botànic (por el jardín botánico en que se firmó el acuerdo tripartito de gobierno) como el del Titanic.

Este lunes, el crucero en que Puig y Oltra surcaban la política valenciana -siempre con la "herencia reputacional" que, lamentaban, les había dejado el PP- ha chocado con un iceberg que ha helado el viaje. La campaña electoral ya se encargará de enviar, o no, sus botes salvavidas.