Hace un par de meses parecía un escenario descabellado, imposible y disparatado, pero ahora todo el mundo se hace cruces ante la amenaza, cada vez más real y cercana, de que haya que volver a las urnas, y van tres veces en un año.

Sólo así se entiende que todos los partidos se hayan puesto manos a la obra para impedir que esas terceras elecciones vayan a caer justo el día de Navidad por culpa de los inflexibles plazos de la legislación electoral y la fecha escogida para la ya frustrada investidura de Mariano Rajoy.

No hay acuerdo para formar Gobierno ni tampoco para investir a un presidente, pero si se trata de preservar la Nochebuena y la Navidad, las fuerzas políticas están dispuestas a pactar una reforma exprés de la ley electoral para acortar los plazos y que los comicios puedan celebrarse una semana antes, el 18 de diciembre.

Todo ello con un Gobierno en funciones desde hace casi un año, y un Parlamento con sus competencias algo recortadas por la falta de un Ejecutivo en plenas facultades.

Plantear ahora esa reforma, cuando quedan dos meses por delante para investir presidente antes de la convocatoria de elecciones, apunta claramente a que los partidos comienzan ya a dar por amortizada la legislatura y ven inevitables los comicios.

Y es que nadie quiere ser visto como el culpable de que se repitan las elecciones y, menos aún, de que se celebren con villancicos, pavo y turrón.

Los primeros en sugerir la reforma electoral fueron los socialistas, acosados por tierra, mar y aire, para que pasen del "no" a Rajoy a la abstención.

Ahora se ha sumado, aunque con reticencias el PP, que ve cierto peligro en un cambio de las reglas del juego a mitad de partido.

Para poder reformar con esas prisas la Ley Electoral haría falta un amplísimo consenso parlamentario o, de lo contrario, algún partido podría acudir al Tribunal Constitucional si considera que se ven perjudicados sus intereses por una reducción de los plazos electorales.

De todos modos, y como dice el refrán, hasta el rabo todo es toro, y aún quedan dos largos meses para desatascar la situación y que no sea necesario desempolvar -poco- las urnas y volver a imprimir millones de papeletas.

Todas las miradas siguen puestas en el socialista Pedro Sánchez, y en una fecha, el 25 de septiembre, día de las elecciones vascas y gallegas.

Son muchos los que piensan que ni el PSOE ni tampoco hipotéticos socios del PP, como el PNV, moverán ficha hasta después de esa cita electoral, para no verse perjudicados en las urnas.

La otra clave es la situación interna en el PSOE, con voces -aún tímidas- que reclaman un cambio de postura de su secretario general para evitar unos comicios generales de incierto resultado para los intereses del partido.

Desde Podemos, Pablo Iglesias le ha animado a que dé un paso al frente e intente formar una mayoría alternativa porque puede ser "su última oportunidad".

Guante que ha recogido Sánchez que ha apelado a las "fuerzas del cambio" para buscar una solución al "atasco político" del país, sin aclarar si se postulará para liderar esa nueva alternativa de izquierdas.

Una nueva mayoría de difícil encaje aritmético ya que, o el PSOE suma a Podemos y a Ciudadanos, o debe descartar a Ciudadanos y ganarse el apoyo de los nacionalistas.

De momento, Albert Rivera, que se ha quedado compuesto y sin novia por segunda vez en un año, ya ha advertido a Sánchez y Rajoy de que no cuenten con él para más investiduras fallidas y "teatros" parlamentarios.

Una actitud duramente criticada por el PP, que ha reprochado a Rivera que firme acuerdos "para quince minutos" lo que, a simple vista, no deja demasiado espacio para un futuro acuerdo ni para desbloquear la situación.

Frustrada la investidura de Mariano Rajoy, el PP también debe decidir ahora su nueva estrategia, con la vista puesta en el objetivo inmediato de la campaña electoral vasca y gallega.

En el PP tienen esperanzas de que si en esos comicios les va bien y al PSOE le va muy mal, los "barones" de su partido obliguen a Pedro Sánchez a dar marcha atrás y a abstenerse en una hipotética segunda investidura de Rajoy que evite las terceras elecciones.

Esas elecciones que van camino de hacer bueno el manido refrán popular de que "no hay dos sin tres".