La irrupción de los partidos emergentes ha convulsionado el tablero político hasta el punto de que, si se cumplen los pronósticos, el 20D sellará el fin del bipartidismo con la entrada de nuevas fuerzas y un Congreso fragmentado, lo que abre la puerta a una situación inédita: que no gobierne la lista más votada.

Las elecciones más inciertas de las últimas décadas en España extenderán el certificado de defunción del bipartidismo PP-PSOE, enfermo ya desde las europeas de 2014, y dejará un panorama político distinto al conocido hasta ahora: más partidos que nunca, adiós a las mayorías absolutas y el diálogo y el pacto tendrán que ser inevitablemente la nueva forma de relación parlamentaria.

Y es que los hipotéticos pactos para el día después de las elecciones han desbancado a Cataluña y a la crisis -o la recuperación, según quién lo mire- y se han convertido en el eje central de una campaña cuyos candidatos, además, se han embarcado en una desenfrenada carrera por humanizarse.

FIN DEL BIPARTIDISMO

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A falta de que las urnas confirmen los datos de todas las encuestas, el PP y el PSOE perderán la hegemonía bipartidista de la que han gozado desde 1978 y es posible que, por primera vez, juntos no lleguen ni al 50 por ciento de los votos. De hecho, el último barómetro del CIS, conocido la semana pasada, les da el 49,4 por ciento.

Traducido a escaños, populares y socialistas podrían ocupar el 62 por ciento de los sillones del hemiciclo, muy lejos del 84,2 por ciento del que han gozado en la última legislatura.

Ciudadanos y Podemos llegarán por la puerta grande a un Congreso más atomizado que nunca y que podría tener también muchos más grupos parlamentarios, cuatro de ellos, incluso, ligados al partido de Pablo Iglesias, con las diferentes marcas en las que se presenta en Cataluña, Galicia y la Comunidad Valenciana.

PACTOS POSTELECTORALES

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Todas las tendencias demoscópicas coinciden en que la lista del PP que encabeza el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, será la más votada, pero sin mayoría suficiente como para no requerir del apoyo parlamentario de algún otro grupo.

El barómetro del CIS constata que un acuerdo PP-Ciudadanos sumaría mayoría absoluta. Sin embargo, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, lleva semanas avisando de lo que le costaría investir a Rajoy como presidente.

Un escenario en el que se habla abiertamente de que, por primera vez en nuestra historia democrática, el nuevo inquilino de la Moncloa no sea el aspirante del partido más votado.

¿Podría la segunda lista más votada impulsar un pacto de gobierno al estilo de lo ocurrido en Portugal? ¿Podría ser el número dos de la lista más votada -Soraya Sáenz de Santamaría, en boca de todos en los últimos días- quien finalmente se viera en la Moncloa?

En el PP no quieren ni oír hablar de ninguna de las dos posibilidades y no se cansan de instar al resto de fuerzas, sobre todo a Ciudadanos, a que aclaren si dejarán que gobierne la lista más votada.

¿RELEVO GENERACIONAL?

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Frente al empuje de los partidos emergentes y su mensaje de que el relevo generacional es inevitable, Rajoy y el PP venden que la experiencia es un grado y que, dada la situación económica, con una recuperación incipiente pero todavía no consolidada, es mejor hacer los experimentos con gaseosa.

Rajoy es el único que repite -y también el mayor- de los candidatos de las grandes fuerzas con implantación nacional, y ha dado un giro radical a su forma de hacer campaña, quizás forzado por la soltura con la que los otros aspirantes se mueven por los platós de televisión.

Tanto es así que en las últimas semanas la política copa no sólo los informativos, sino también los programas de entretenimiento, en lo que parece ser una competición para ver quién saca su lado más humano, se acerca más al pueblo llano y, de paso, se garantiza un puñado de votos.

Soltura y campechanía no le faltan al candidato del PSOE, Pedro Sánchez, que cumple también con los parámetros de juventud y novedad que parecen tan en boga ahora y que llega arropado por la recuperación de poder territorial por parte de los socialistas tras los comicios autonómicos.

No obstante, el PSOE no acaba de despegar en los sondeos y pocos dudan de que el futuro político de Sánchez puede estar ligado a que los resultados del 20D no empeoren los de Rubalcaba en 2011.

Un problema que, a priori, no tienen ni Albert Rivera encabezando el salto a la política nacional de Ciudadanos, ni Pablo Iglesias, con Podemos, ya que ambas fuerzas se estrenarán en el Congreso.

Igualmente joven es Alberto Garzón, que intenta que IU no vuelva a ser una fuerza marginal en el Congreso, en tanto que Andrés Herzog parece que quedará fuera del palacio de la Carrera de San Jerónimo.

IU y UPyD han sido excluidos además de todos los debates trascendentes. Y eso que en esta ocasión hay más que nunca y con más formatos que nunca, aunque un solo cara a cara: entre Rajoy y Pedro Sánchez, organizado por la Academia de Televisión, el 14 de diciembre.

ASUNTOS DE CAMPAÑA

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El órdago independentista en Cataluña amenazaba con monopolizar la campaña electoral, pero el souflé ha bajado en las últimas semanas, ya sea por cansancio, ya sea por el desencanto que produce en sus filas que, casi dos meses y medio después del 27S, siga sin haber nuevo gobierno.

De Cataluña se sigue hablando, algunos partidos más que otros, y también se habla de economía, como en todas las campañas electorales, porque a fin de cuentas a los ciudadanos les interesa saber todo lo que pueda afectar a su bolsillo.

Rajoy y los suyos se esfuerzan en trasladar la idea de que han dado la vuelta a la ruinosa situación que se encontraron en 2011 y en presumir de la buena marcha de los datos, sobre todo los macroeconómicos, mientras que el resto de aspirantes habla de que no ha bajado el paro, de la debilidad de una recuperación económica que -dicen- ha sido a costa de muchos recortes y de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y de derechos laborales.

La reforma constitucional, las pensiones, los recortes, la lucha contra el terrorismo yihadista o la corrupción son otros de los asuntos recurrentes de cualquier acto electoral, pero en los últimos días hay un tema que capitaliza el interés: los pactos para formar gobierno. La incertidumbre, probablemente, no se despeje ni siquiera el 20D.