EN ESPAÑA están pasando cosas alarmantes que no parecen alarmar a casi nadie. Un ejemplo: la declaración -y presumible prórroga- del estado de alarma decretado por un Gobierno, dizque de izquierdas, para atajar ¡un conflicto laboral! Siguiente ejemplo: la inquietante rotundidad con la que tanto algunos políticos (Rubalcaba) como ciertos dirigentes deportivos (Odriozola) o el grueso de los medios de comunicación han dado cuenta de las detenciones y actuaciones policiales y judiciales en relación con la llamada "operación Galgo"-un caso de presunta trama para facilitar sustancias de dopaje a varios atletas. Todos ellos, empezando por el más sonoro de los nombres, el de la medalla de oro Marta Domínguez, han sido presentados como culpables ante la sociedad. ¿Lo son? ¿Distribuían sustancias prohibidas y blanqueaban el dinero, fruto de semejante negocio ilícito? ¿Traficaban y tenían cuentas secretas en paraísos fiscales, como se ha dicho y publicado? No lo sabemos.

El caso no ha llegado a juicio. Ni siquiera parece que se hayan completado las diligencias policiales. A todos los encausados les asiste la presunción de inocencia, pero ya ha caído sobre ellos la "pena de telediario". ¿Es lógico? ¿Es justo? Parece que no. Como tampoco parece lógica la prórroga del estado de alarma para asegurar que los controladores -trabajadores civiles militarizados- no puedan boicotear el tráfico aéreo durante las navidades. Son civiles que plantean unas modalidades salariales y de convenio abusivas y desaprensivas, pero son civiles, y estamos ante un conflicto laboral .Conviene recordar que, en su día, cuando se elaboró la Constitución, el conflicto laboral fue excluido de aquellos supuestos que justificaban el decreto de una medida tan excepcional. Pues bien, Zapatero repite y la izquierda antaño crítica mira para otra parte. Está más preocupada por los chismes de Wikileaks que por la salud de la democracia española. Ya digo, están pasando cosas preocupantes que parece que no preocupan a casi nadie. La "pena de telediario" -una condena antes de sentencia-, por ser irreversible, resulta inaceptable.