TRAS PALADEAR, como todos, la victoria en el Mundial, ahora más que de preparar el discurso sobre el estado de la Nación -en esencia una puesta en escena cuya tradición consiste en enmascarar los fallos propios y subrayar las deficiencias ajenas- lo que debería constituir la prioridad del presidente del Gobierno es buscar una salida a la aguda crisis política creada en Cataluña. Salir del atolladero en el que nos ha metido, por una parte su atolondrada promesa de hace seis años sobre el "Estatut" y, por otra, la irreflexiva actitud de una clase política ensimismada, tanto en Cataluña como en el resto de España, en sus apuestas partidistas de poder.

Es cierto que la responsabilidad es desigual. Zapatero se comprometió sin calcular la dinámica política que ponía en marcha y cuando advirtió la deriva y quiso rectificar -engañando a Artur Mas-, todo fue de mal en peor. Ha sido la imprudencia de Zapatero la que ha empujado a Convergencia hacia el soberanismo. Durante los 20 años de Jordi Pujol en la "Generalitat" nunca pidió la reforma del "Estatut". Ahora, Pujol encabeza la manifestación junto a los líderes independentistas de ERC. Y con ellos, José Montilla, el bachiller que ha aprovechado sus quince minutos de gloria, sus años como presidente de Cataluña, para dar una vuelta de tuerca a una situación delicada que reclama un talento político del que, a todas luces, carece. Él convocó la manifestación y en ella encontró justicia poética. Tuvo que abandonarla acosado por los mismos a quienes ha sacrificado sus señas de socialista (?) para adoptar el discurso nacionalista que no consta que haya consultado con los votantes catalanes del PSOE. En fin, Montilla es ya pasado. Alguien ha escrito con tanta crueldad como exactitud que el sábado Montilla encabezó su propio entierro político.

A CiU le ha servido en bandeja el triunfo en las elecciones de otoño, pero el problema es que el discurso de Convergencia ha cambiado. Empujada hacia el soberanismo, reclama el "derecho a decidir". Zapatero que creó el problema -insisto, Pujol nunca pidió la revisión del "Estatut"-, tiene que resolverlo. Tiene que gestionar la crisis política creada en Cataluña tras la sentencia del "Estaut" y la manifestación de rechazo a la sentencia del Tribunal Constitucional. Tiene que intentar sacarnos del atolladero por el bien común y para que en aquella comunidad la frustración nacionalista, hinchada por los profesionales de la política, no vaya a más. En resumen: Zapatero tiene que gestionar la crisis política para evitar la fractura institucional. Sería imperdonable que intentara ocultar el problema aprovechando la euforia generada por la victoria en el Mundial.