EN LA POLÍTICA, como en otros órdenes de la vida, las cosas no suelen ser blancas o negras; más bien predominan las grises. Así sucede con el debate abierto en los últimos días acerca de la conveniencia o no de que el presidente del Gobierno -que es el único que por prerrogativa constitucional puede hacerlo- adelante las elecciones generales previstas en un principio, si se agotara la legislatura, para la primavera de 2012.

Los argumentos de quienes creen que hay que adelantarlas son claros y contundentes y fueron expuestos por los diversos portavoces parlamentarios en el Pleno del Congreso del pasado jueves, en el que se aprobaron las medidas de ajuste y de reducción del déficit propuestas por el Gobierno con los solos votos del PSOE: un presidente insolvente para pilotar la salida de la crisis, un proyecto agotado, una pérdida de la confianza en los mercados internacionales, una situación de crisis nacional fueron algunos de esos argumentos partidarios del adelanto electoral. Por el contrario, quienes creen que no debe de producirse la disolución anticipada de las Cámaras, fundamentalmente el PSOE, esgrimen para defender su posición que Zapatero fue elegido para cuatro años y que debe agotar ese mandato, añadiendo que en la situación actual sería una irresponsabilidad someter al país a unos meses de inestabilidad política hasta que se supiera quién iba a salir vencedor en las urnas.

Personalmente, pienso que los argumentos de quienes defienden el no adelanto electoral son más endebles que los que son partidarios de lo contrario. Es verdad que Zapatero fue elegido para gobernar cuatro años, pero lo hizo con un programa electoral que en menos de dos años ha cambiado en cuestiones esenciales. Zapatero prometió el pleno empleo y estamos ya cerca de los cinco millones de parados; en ningún caso anunció que iba a congelar las pensiones o que pensaba reducir el sueldo de los funcionarios, o que iba a proponer una reforma de la ley del aborto como la que se ha aprobado recientemente. Sólo estos cambios tan sustanciales requerirían, desde una óptica democrática, un nuevo refrendo en las urnas, porque la sensación que tienen muchos ciudadanos que votaron al PSOE de haber sido engañados es cada vez mayor.

Por eso, la propuesta realizada por el portavoz de CiU en el citado debate parlamentario puede situarse en ese terreno de los grises al que me refería antes. Le pidió a Zapatero que de aquí al otoño hiciera los deberes, es decir, que tomara las medidas que debiera tomar para afrontar la grave crisis económica. Y si cuando llegue el debate de los Presupuestos Zapatero no tuviera los apoyos parlamentarios necesarios para sacarlos adelante, entonces debería disolver las Cortes Generales y convocar elecciones. El problema es que esta propuesta choca con una pequeña dificultad: da la impresión de que Zapatero quiere resistir, llegar hasta el final de la legislatura y confiar en no se sabe qué para remontar unas encuestas que le son muy desfavorables. Otra cuestión diferente es que pueda aguantar tanto tiempo. Pero la experiencia indica que ningún presidente se suicida, políticamente hablando, adelantando unas elecciones para perderlas.