UN AQUELARRE es el lugar donde las brujas celebran sus reuniones y sus rituales. Aunque la palabra procede del euskera, se ha asimilado en castellano y por extensión se refiere a cualquier reunión de brujos y brujas. Desde un punto de vista antropológico, los aquelarres son reminiscencias de ritos paganos que se celebraban de forma clandestina al no estar admitidos por las autoridades religiosas de la época. Además, era frecuente el uso de alucinógenos para alcanzar el éxtasis durante el rito. Bastante de aquelarre tiene todo lo que está sucediendo en Cataluña en los últimos tiempos. Dios me libre de citar con nombres y apellidos a los miembros de la "casta política catalana que están actuando como brujos y mucho menos de señalar con el dedo quién o quiénes de esa misma "casta" pudieran estar utilizando alucinógenos para ayudarse a alcanzar el "éxtasis" del disparate político en el que se han embarcado.

Las barbaridades que los principales dirigentes políticos catalanes están diciendo a raíz de la sentencia "de facto" que el Tribunal Constitucional ha votado sobre el Estatuto de Cataluña entran perfectamente en la categoría de aquelarre. La última ha sido pronunciada por el líder de CiU y más que probable próximo presidente de la Generalitat, Artur Mas: "Cataluña no puede ni debe admitir un recorte del Estatuto votado por los catalanes. Por eso, si el Tribunal Constitucional se declara incompetente, todo quedará solucionado, y si para eso hay que modificar la ley sobre las competencias del TC, pues que se modifique", ha dicho el líder de CiU y se ha quedado tan ancho. En parecidos términos se había pronunciado hace unos días el ex presidente Jordi Pujol, y el actual jefe del ejecutivo catalán, José Montilla, también lleva varios días ejerciendo una presión intolerable sobre los miembros del alto Tribunal.

Es decir, como ha quedado claro en la ponencia que se llegó a votar hace diez días en el Tribunal Constitucional, que la mayoría de este organismo entendía que eran inconstitucionales aspectos claves de ese Estatuto que Zapatero se empeñó en sacar adelante, tales como el considerar a Cataluña como una nación, las competencias en materia de justicia, el uso de los símbolos o la obligación de conocer el catalán, pues entonces lo que hay que hacer es decir la barbaridad democrática que el Tribunal Constitucional no es quien para tumbar una ley que ha sido votada por el Parlamento y por el pueblo de Cataluña, aunque sólo lo hicieran de manera afirmativa uno de cada tres ciudadanos catalanes.

Otro aquelarre ha tenido lugar el pasado domingo con los referéndums independentistas celebrados de forma ilegal en 211 municipios catalanes donde han votado únicamente el 20,2 por ciento de las personas que podían hacerlo. Ya se ve que la mayoría de los catalanes están más preocupados por la crisis económica que también les afecta muy directamente o por cuestiones más lúdicas, como, por ejemplo, si el Barcelona es capaz de remontar el miércoles la eliminatoria de la Champion Ligue contra el Inter, que en participar en estas pantomimas identitarias. Una vez más, los políticos van por un lado y los ciudadanos por otro muy distinto.