Un rostro sereno, blanquecino y magnífico. Este fue el mayor reconocimiento que los fieles procedentes de todas las Islas tuvieron ante la imponente figura del Cristo de La Laguna en su primera participación en el día grande de las Fiestas celebradas en su honor después de la laboriosa restauración a la que fue sometido y que dejó a las claras que su tez fue originalmente blanquecina.

Ayer, tan hermoso como siempre, volvió a recibir el amor y la devoción de miles de ciudadanos de toda Canarias y visitantes nacionales y del extranjero que tuvieron el honor de vivir la presencia en las calles de La Laguna de "una talla sin igual, una figura que siempre recordaremos", como bien definieron parte de los presentes con la emoción en sus cuerpos de presenciar el paso y la escolta del Crucificado con unos preciosos acordes de la Banda de Música.

Esos pasos pusieron los pelos de punta a más de uno y permitieron algún espontáneo "¡Viva el Cristo de La Laguna!" y su correspondiente respuesta popular a lo largo del paseo de regreso al real santuario de la plaza del Cristo, tras despedirse de la Parroquia Matriz de Nuestra Señora de La Concepción y en la solemne procesión desde la misma plaza por las calles de la Ciudad del Adelantado y a su vuelta con el objetivo de presenciar este año unos fuegos artificiales "más que discretos", según la opinión mayoritaria de los vecinos, que achacaron a la crisis la humildad de los fuegos.

Campanas y salvas.- El día grande de las Fiestas en honor del Santísimo Cristo comenzó temprano, cuando todavía no se había cumplido la hora prevista para su inicio (a las 10:00 horas), momento en el que la Banda de Música empezó a tocar los acordes del himno nacional. Coincidió, también, con el estruendo de las tradicionales salvas mientras que el concejal de Fiestas de La Laguna, Domingo Galván, y la edil de Recursos Humanos del Ayuntamiento de Santa Cruz, Carmen Delia Alberto, bajaban la escalinata de la Corporación local llevando el pendón real ante la atenta mirada de toda la corporación en peso, con el alcalde, Fernando Clavijo, al frente, y autoridades civiles y militares de la Isla y de Canarias.

Fue el instante, además, en el que los repiques de las campanas de la iglesia de Santo Domingo avisaban de que el traslado del pendón desde las Casas Consistoriales por la calle Obispo Rey Redondo hasta la plaza Doctor Olivera, sede la iglesia de La Concepción, avisaban del comienzo de la marcha. Durante el camino, cientos de ciudadanos rendían un respetuoso silencio a la comitiva, que tardó aproximadamente unos 45 minutos en alcanzar su objetivo, donde le esperaban miles de ciudadanos, la exquisita formación de los integrantes del Regimiento Mixto de Artillería Número 93 (se llevó un gran aplauso en su doble salida de la plaza) y un nutrido grupo de autoridades civiles, mientras que en la torre repicaban las campanas.

Bastón de mando.- En esta ocasión, la representación oficial de la Casa Real la ostentó el presidente del Parlamento de Canarias, Antonio Castro Cordobez, quien tras pasar revista a la unidad de honores del Cristo, recibió de manos del Esclavo Mayor de la Esclavitud del Cristo, Iván González, el bastón de mando de plata de la Esclavitud.

Ya en el interior de la iglesia de La Concepción, el Obispo de la Diócesis de Tenerife, Bernardo Álvarez, presidió la solemne celebración eucarística y su homólogo de Ciudad Rodrigo, Cecilio Raúl Berzosa Martínez, una emotiva predicación culminando los actos de la misa con los coros del Orfeón La Paz y la Epifanía, que estaban dirigidos por Juan Ramón Vinagre y María Vianney Contreras.

Desfile y fuegos.- A la finalización, sobre las 13:00 horas y bajo un calor asfixiante, la blanquecina imagen del Cristo de La Laguna salió en procesión hacia su santuario de la plaza del mismo nombre para recibir las muestras de reconocimiento y fidelidad de los presentes, donde tuvo lugar, finalmente, el emotivo desfile militar ante el aplauso de los vecinos que allí aguardaban.

Por la tarde, nueva procesión del Cristo lagunero por las principales calles de la ciudad con las paradas tradicionales en los conventos de Santa Clara y Santa Catalina hacia la Concepción y vuelta para recibir la gran exhibición de fuegos de artificio desde la montaña de San Roque que anunciaron la llegada del venerado Crucificado a su santuario.