Los vecinos de La Laguna que ayer transitaron por la céntrica calle de La Carrera se vieron sorprendidos por el trabajo que estaba llevando a cabo un grupo de operarios municipales que se dedicaron a limpiar de verodes los tejados de los balcones de un edificio antiguo ubicado en la esquina con la calle Núñez de la Peña.

Estos elementos vegetales, propios del frío lagunero, suponen todo un atractivo para los visitantes de la ciudad Patrimonio de la Humanidad y para sus propios vecinos. De hecho, son uno de los elementos más fotografiados por parte de los turistas durante sus recorridos por las calles de la ciudad.

Por ello, fueron muchos los ciudadanos que recriminaron a los operarios que estuvieran destruyendo parte del patrimonio natural de la ciudad. Sin embargo, la eliminación de estas plantas se debió al posible riesgo de caída de las tejas de los balcones debido al excesivo peso que representa la multitud de verodes que nacen entre sus fisuras.

Pese a ello, algún avispado ciudadano censuró: "Si en cincuenta años no ha pasado nada, no creo que pase ahora", en referencia a la tradicional estampa de los verodes en los tejados de las casonas antiguas y que es muy usual cada invierno.

Tal es así que desde que se fundó la ciudad de La Laguna, sus tejados, viejos muros, cornisas y hasta gárgolas fueron poblados por el verode, el cual fue elogiado por los historiadores del pasado como Viera y Clavijo o Sabino Berthelot, y seguirá siendo el rey de las cubiertas mientras éstas tengan tejas. Un claro ejemplo de ello es que al arreglar los techos de la iglesia de la Concepción los verodes desaparecieron, pero ahora han vuelto a crecer entre las tejas nuevas, porque éstas son el lugar idóneo para su nuevo nacimiento con poca tierra y una semilla.

El nombre científico de esta especie autóctona es "Aeonium urbiccum" y, aunque en otros puntos de la Isla se le llama de otra manera, La Laguna lo bautizó como verode y lo convirtió en su símbolo ornamental más preciado.

El verode tiene la especial característica de adaptarse y crecer en pequeñas porciones de tierra, aguantando en pie su gran rosetal de hojas un tallo que se apoya en un pequeño espacio de suelo. La historia del nacimiento del verode comienza con la presencia de una pequeña porción de tierra en las tejas, una semilla que cae en la misma a través del viento y luego nace la planta, que puede pesar hasta un kilo.