Dicen que en La Laguna no existe pobreza, pero la realidad es diferente y no hay que caminar mucho ni irse lejos para encontrar a quienes, aunque sin ningún tipo de recurso, viven en chabolas en pleno casco histórico.

En una de las zonas del aparcamiento donde estaba el antiguo Mercadillo del Agricultor, que está junto a la subida a San Roque, localizamos a Fernando Rodríguez Negrín. Nació en La Cuesta, tiene 47 años y vive en una chabola que se ha hecho debajo de los cañaverales, a los que les ha dado forma, con sus propias manos, hasta conseguir un lugar donde poder descansar, olvidarse de las penas y refugiarse de los agentes atmosféricos.

Su chabola tiene una parte más cerrada que utiliza cuando hace frío o llueve y otra más fresca para cuando el calor aprieta. Las paredes son cartones, y su mobiliario lo forma un colchón, una silla rota, una tabla que le sirve de mesa y una bicicleta por la que han pasado los años y el deterioro.

Fernando Rodríguez padece esclerosis múltiple. Su gran ilusión es conseguir un lugar donde vivir, pero cree que nunca lo conseguirá porque en los Servicios Sociales le han dicho: "Para los hombres no hay viviendas", lo cual, por mucho que lo piensa, no lo entiende, ya que lo único que ve lógico es que "soy un ser humano pobre que no tengo recursos y vivo bajo el techo del cielo".

Fernando Rodríguez se levanta a las 7 de la mañana, para luego tomarse un café cuando tiene suerte y encuentra unas monedas en su bolsillo, las cuales obtiene de lo que le dan los ciudadanos por vigilar sus coches en la zona de aparcamientos en la que trabaja.

El almuerzo lo tiene asegurado en el comedor social de San Vicente Paul, y por las noches es más difícil llevarse algo a la boca para cenar. "He pasado hambre -precisó- y, la verdad, no se lo deseo a nadie. A veces conseguimos comer gracias a los contenedores de basura de las pizzerías o restaurantes de los chinos".

Como determinadas autoridades dicen que en La Laguna no hay pobres, Fernando Rodríguez informó de que él conoce a 30 personas que viven en chabolas.

Vivir como hace este indigente es muy difícil, ya que a la situación que presenta hay que añadirle el tener que luchar con las ratas que se acercan a su chabola también muertas de hambre o los delincuentes que hacen botellones y se meten con Fernando, insultándolo y orinando por fuera de su lugar de vivienda.

Fernando Rodríguez aclaró que no es ni un drogadicto ni un alcohólico, pero, como dijo, "me siento observado, y es normal por mi aspecto, pero la sociedad debe saber que no hay que juzgar por la parte exterior, ya que los seres humanos poseemos unos valores interiores, que es lo que cuenta".

Pero nuestro personaje es una persona muy especial. Posee un nivel cultural y unos grandes sentimientos que proyecta hacia su perro "Niño", al que no le falta la comida ni el agua que su dueño le da con sumo cariño.

En sus ratos de soledad, este pobre lagunero lee libros como "La montaña del alma", de Gao Xingjian, o reflexiona sobre Dios en el que cree y del que dice lo siguiente: "Aparte de mi pobreza, sigo creyendo en Dios y no creo que tenga que ver con mi situación. La culpa la tienen los políticos que se creen dioses y cometen injusticias sociales sin darse cuenta de que en un futuro tendrán que dar cuenta de sus comportamientos discriminatorios".