La pequeña casa que dio lugar al actual edificio del convento de San Clara no desapareció, como se ha creído a lo largo de cinco siglos, sino se conserva, según dio a conocer y mostró a este periódico la abadesa, sor María Luz, acompañada de las concejalas de Patrimonio y Cultura del Ayuntamiento de La Laguna, Cruci Díaz y Julia Dorta, respectivamente.

Es de destacar que esta primitiva casa, una vez acondicionada, se dedicará a la clausura monacal y al museo de arte sacro del monasterio abierto al público.

Lo que se acomete ahora son los trabajos de las dos últimas fases del proyecto, con un plazo de ejecución previsto de 18 meses. La parte económica la aporta el Gobierno central, el Cabildo Insular de Tenerife y el Ayuntamiento de La Laguna.

En la actualidad, el convento tiene 14 religiosas que subsisten, en parte, gracias a sus trabajos de elaboración de hostias para toda Canarias, ornamentos sagrados por encargo, cosidos y zurcidos en la ropa especiales, y lavado y planchado de ropa para las parroquias.

Al cuarto que viene a ser la semilla del convento se lo conoce con el nombre de las Flores, ya que el mismo siempre se han preparado los arreglos ornamentales para el altar de la iglesia conventual.

La historia del convento se remonta al 23 de febrero de 1579, en que se otorgó la escritura de la fundación del convento de Santa Clara ante Juan Núñez Jaimez, escribano público, y la señora Olalla Fonte del Castillo, quien dio una primera propiedad, que es la original que se conserva, donde empezó a dar sus primeros pasos el monasterio. Luego la citada señora donaría más casas de su propiedad en la misma parcela, siendo todas ellas unidas y dándoles forma para representar el convento de Santa Clara tal y como se puede apreciar en la actualidad.

Siendo abadesa la madre Anna de San Gabriel y Lugo, fundadora, se destacó que había muchas jóvenes que deseaban profesar como monjas de clausura Clarisas.

El 23 de febrero de 1575, la señora Olalla Fonte del Castillo metió en el convento a sus tres hijas Marina, Teresa y Olalla, quienes recibieron las casas que tenían en la ciudad y que les dieron las Clarisas como "bienes dotales de las citadas hijas".

Avanza el convento

Poco a poco continuaron dando forma de convento a los nuevos solares que eran donados por la citada señora, para hacerlos más aptos a la vida monástica y aún agrandaron el terreno del convento.

En 1615 ingresó sor Feliciana de San José Sarmiento con una dote de 1.000 ducados, que se emplearon en comprar la calle de La Palma, desde la esquina de la capilla o iglesia a la esquina de la puerta seglar, o lo que es lo mismo hasta la calle conocida antiguamente como de El Agua y hoy Nava y Grimón.

El cuarto primero que dio origen al convento tiene un pared de piedra naturales de diferentes formas y otra de bloques labrados. El techo cuenta con vigas decoradas y, debajo de una ventana, aún se conservan el banco de madera adosado para descanso de las monjas.