La fuente de la plaza del Adelantado es la más antigua y estética de las existentes en la ciudad, pero guardaba una historia oculta en los antiguos documentos para el acontecer histórico lagunero, como es el hecho de que el Ayuntamiento de La Laguna "nos debe desde mayo de 1869 el valor de la fuente que ese municipio nos encargó hacer venir de Marsella", según hace constar en 1874 la empresa Ghirlanda Hermanos, que la trajo de Marsella a bordo del barco "Marie Honoré".

El manuscrito se conserva en el Archivo Municipal, y desvela que todo comenzó el 20 de marzo de 1869, cuando la Sociedad Ghirlanda Hermanos comunicó al Ayuntamiento de La Laguna que el día 6 del citado mes había sido embarcada en Marsella la fuente encargada por la ciudad.

Su costo ascendió a 18.797 francos y se recomendó que se hicieran los cimientos sólidos para colocarla, calculando que la fuente pesaba unas 30 toneladas, pues el menor riesgo después de colocada la dejaría inutilizada para la corriente del agua en las conchas de la fuente. De ello se hace eco la profesora de arte María del Carmen Fraga González.

También se sabe que se propuso que la base de la fuente fuera de piedra o de mampostería sólida, porque luego el ayuntamiento encargó un revestimiento de mármol a Marsella.

La fuente se hizo a base de tazas superpuestas que sostienen esbeltas columnitas, y no faltan los mascarones con motivo ornamental.

La fuente llegó el 15 de abril de 1869 al puerto de Santa Cruz de Tenerife, fecha en la que la empresa importadora, Ghirlanda Hermanos, pasó al ayuntamiento la primera de las facturas por un importe de 72.142 reales de vellón. Y es a partir de aquí cuando comienza la polémica entre el consistorio lagunero y la empresa santacrucera que ha estado oculto durante 140 años en numerosos documentos manuscritos.

El costoso traslado de la fuente, dado su gran peso, y la actitud de la corporación municipal no pagando las facturas motivaron un largo proceso con la naviera que no tuvo fin.

Como prueba, la profesora de Historia Carmen Gloria Calero Martín alude a que "en 1870, colocada ya en el centro de la plaza, la fuente sigue sin abonarse y el ayuntamiento declara ser insolvente para pagar el coste y mantiene esa actitud al menos hasta 1875, en que se cierra el expediente con una deuda aún mayor, ya que la naviera gravó el importe con un encarecimiento paulatino".

Es de destacar que la empresa Ghirlanda Hermanos empezó en mayo de 1869 a remitir escritos al ayuntamiento, pidiendo lo siguiente: aporte lo más brevemente posible la mitad del importe y la otra mitad cuando llegue el buque con la fuente (22 de mayo de 1869); no se aportarán más piezas de la fuente hasta que el ayuntamiento no pague por el gran desembolso que estaba haciendo la naviera (21 de septiembre de 1869); enterada de que el ayuntamiento tenía falta de efectivo, la naviera hace constar que se hace insoportable afrontar más los gastos (20 de octubre de 1869); no se concede un nuevo plazo para pagar (29 de octubre de 1869); al entrar ingresos en las cajas municipales se suplica al ayuntamiento que tenga en cuenta pagar lo que debe (3 de abril de 1870), e informa de que se cumplen dos años de intereses sobre la suma adeudada y que el ayuntamiento no ha librado nada a cuenta del capital (15 de abril de 1870).

Las deudas fueron experimentando los siguientes aumentos: 72.142 reales (20 de marzo de 1869), 83.898 reales (15 de octubre de 1869), 85.500 reales (5 de noviembre de 1872) y 86.286 reales (30 de junio de 1873).

Ghirlanda Hermanos se vio obligada, ante la dejación del Ayuntamiento de La Laguna, a recurrir el 10 de febrero de 1875 a dar orden a Madrid para la venta autorizada por el Ministerio de la Gobernación de los títulos al portador recibidos en cambio de inscripciones de pertenencia del consistorio y proceder a la enajenación de los citados títulos, señalándole como tipo un 24%.

Esta es la deuda histórica del ayuntamiento con la naviera, pero aunque la fuente no fuera pagada en su totalidad, no ha sido motivo para que la plaza donde se ubica sea uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.

El mismo que el poeta Domingo J. Manrique califica como el rincón de sus sosiegos, la plaza de sus amores, tranquila, perfumada, que le atrae y seduce con sus jardines y esa fuente marsellesa, cuyos mascarones dejan caer hilos de agua en el que beben a diario las palomas de la paz.