En la trasera de la histórica ermita de San Miguel, en la plaza del Adelantado, en un reducido espacio de terreno donde están los cimientos de la primitiva edificación religiosa, hay cuatro enterramientos que, con las obras de excavación del nuevo edificio del Juzgado, se encuentran al borde de un talud y amenazan con caer al vacío si se dieran, por ejemplo, unas lluvias abundantes o cediera más la tierra con motivo del hundimiento de la cimentación del antiguo Mercado Municipal.

El arqueólogo Francisco Javier de la Rosa Arrocha dijo a EL DÍA que, hace años, hizo una excavación de uno de los enterramientos (son 5 en total), pero salió sólo el cadáver de un varón adulto, un esqueleto sin fragmentos de ropa ni objetos que pudieran identificarlo, como ha sucedido en otros templos de la ciudad.

De la Rosa señaló que estos cuatro enterramientos que quedan son de gran importancia porque se encuentran en una ermita que data de los primeros años de la conquista, exactamente de 1506, cuando fue edificada.

Con la demolición del mercado, se ha hablado mucho de proteger la ermita por su alto valor histórico y arquitectónico y por ser un Bien de Interés Cultural. Sin embargo, y como recalca el citado arqueólogo, nadie se ha pronunciado sobre estos enterramientos.

El problema que se podría presentar al demoler el mercado es que la tierra de derrumbre y caigan los enterramientos, perdiéndose datos de interés, o que a los constructores se les ocurra tirar los escombros encima de dichos sitos de depósito de cadáveres, con lo que se perderían para siempre.

Por ello, el arqueólogo de la Rosa Arrocha apunta que deben ponerse planchas encima de los enterramientos antes de proceder a las obras de demolición del Mercado Municipal.

Al parecer según ha podido saber este periódico, existe un proyecto para llevar a cabo la excavación de los cuatro enterramientos que quedan. Se complementa la iniciativa con dejar los enterramientos al descubierto tapados con cristales como lugar de visita, y colocados en el lugar paneles informativos sobre los orígenes de la ciudad, ya que no hay que olvidar que la ermita de San Miguel es de las primeras de la ciudad y en ella el Cabido celebró varias sesiones.

La obra, según los historiadores debió terminarse con rapidez, pues se sabe que desde octubre de 1507, con cierta frecuencia el Cabildo celebraba sesiones en dicho templo.

Se propone que las rutas turísticas partan de este lugar por estar ante una de las construcciones más antiguas de la ciudad, la cual fue fundada por el primer Adelantado de Canarias, Alonso Fernández de Lugo, quien era gran devoto del arcángel San Miguel.

El Adelantado pensó en su momento en dedicar la ermita a panteón suyo y de su familia, pero la idea nunca se llevó a cabo. En 1574 se reedificó la ermita de San Miguel en el mismo lugar que ocupa, avanzando hacia la plaza. Por ello, es por lo que dice el arqueólogo de la Rosa Arrocha que los enterramientos se encuentran en la parte donde están los antiguos cimientos de la primera ermita. Ello puede llevar a dos hipótesis, que los enterramientos estuvieran dentro de la iglesia y luego quedaran fuera o que siempre la zona donde están se usara como cementerio. La incógnita es que nadie sabe para quienes. Ello lo podría determinar el llevar a cabo una excavación de los cuatro enterramientos.

La ermita decayó rápidamente hasta que, en 1759, el mayordomo, Andrés José Jáimez, solicitó licencia del ordinario para reedificarla y ampliarla hasta la línea exterior de la plaza. De esta época es el edificio actual.