MEDIO PARTIDO, una parte entera. Regalar 45 minutos es mucho en fútbol y eso fue lo que hizo ayer el Tenerife ante el Oviedo. Es verdad que, a igualdad de fuerzas, cuesta abrir los partidos. Y que los rivales presionan mucho, asfixian la salida de balón blanquiazul y ponen más trabas que cuando el cansancio va haciendo mella. No es menos cierto que arriesgar en el tramo final suele ser más fácil. Con más huecos, mejor circulación de balón y peligro seguro. Por tanto, los argumentos de Álvaro Cervera son bastante lógicos. Claro, siempre que fuera literalmente imposible hacer algo más que igualar al contrario en las primeras partes, evitar que te cree ocasiones y esperar a que le pase factura el esfuerzo. Pero no.

El Tenerife ha demostrado que es capaz de dominar desde el principio, de crear ocasiones y encerrar a sus rivales cerca del área propia y, en ocasiones, hasta decantar definitivamente la contienda en el primer tramo sin necesidad de nadar y guardar la ropa. Para ello, solo necesita una cosa: cuidar el balón. El debate, tan sano como apasionante, no es tan simple como para concluir que Cervera debe alinear de entrada al equipo de la segunda parte. Las cosas no son blancas o negras. Pero sí para plantearse si no está sobreprotegiendo a su equipo con una versión tan pétrea como inflexible para "inventar" en ataque.

Si el técnico blanquiazul se encabezona, lo pasará mal. Y si se sigue sintiendo incómodo con cosas que no dependen de él ni puede controlar como las preguntas en las ruedas de prensa o los debates, ya sean malintencionados o no, también. Debe seguir tomando decisiones, pero sin obcecarse. Uno puede tener la razón muchas veces, pero no puede tenerla siempre.