Para entender este partido casi sería mejor empezar por el final, salvar el túnel de vestuarios y sentarse en la sala de Prensa. Álvaro Cervera explicó sus razones y cerró los límites de un debate que le va a acompañar hasta que cambie su idea. Si acaso la cambia. El Tenerife de la primera parte y el de la segunda se parecen lo que un huevo a una castaña, pero ahora ya sabemos que ese contraste estaba previsto; incluso, que fue provocado. Álvaro no quiere poner a los buenos (Cristo Martín más Yeray, junto a Loro y Chechu) los 90 minutos porque cree que no le sujetan al equipo defensivamente. Y prefiere darles entrada cuando el rival esté más cansado, o sea, tras el descanso. Discutible, pero una idea estratégica al fin y al cabo.

Lo cierto es que la primera parte fue plana, el Oviedo tomó la iniciativa con la pelota y puso al Tenerife a defender en su mitad de campo. A los ovetenses les duró 25 minutos la chispa, pero ni con su posesión continua lograron generar más que leve inquietud: el equipo astur tuvo el balón, pero no tiró, no puso centros divididos en el área, no generó desequilibrio en los costados y tampoco por dentro, a pesar de que su técnico lo intentó colocando de inicio un "9" móvil que entraba y salía de su zona. El Tenerife siempre estuvo firme, sin sobresaltos, pero vacío de juego. Ninguno de los dos centrales, en especial era Amado el que empezaba, logró meter la pelota con ventaja en medio campo, y los dos pivotes son de pase al pie, previsible y generalmente de apoyos hacia atrás. Total, que de progreso con el balón nada. Luismi Loro no encontró una ventaja para darle claridad a un pase de ataque y porque Chechu pegado a la izquierda no es ni un ala de contragolpe ni un centrocampista de apoyo para el juego de combinación. El Tenerife no sorprendió ni siquiera por arriba, a pesar de que la defensa tan adelantada de los visitantes, casi en medio campo, invitaba a buscar cambios de orientación para que Suso rompiera por fuera. Pero ¿quién los hace? Fueron 45 minutos planos, en los que el único disparo a portería lo hizo Suso en el minuto 33..

Y el problema en esa dinámica dependiente es que los jugadores parecen bajar también su ritmo defensivo, su alegría en el juego, su chispa, en suma. Es como si el equipo se atontase (atolondrase).

Rienda suelta.- Conforme al plan que luego desveló como estrategia, Cervera soltó las riendas en el inicio de la segunda mitad. Quitó a Amado, que juega cohibido, como superado por el escenario, retrasó a David Medina y colocó a Yeray suelto por delante de Ros. Pero no cambió solo eso: Chechu se metió por dentro, como centrocampista de hecho y el equipo se hizo con la pelota. Muy pronto se lesionó Loro y entró Cristo, hambriento de fútbol. El canterano agitó un partido que había estado dormido. La suma de todo dio como resultado media hora larga de apabullante superioridad local sobre un Oviedo irreconocible. El Tenerife empezó a llegar, con dinamismo, sus volantes crearon líneas de pase ocupando espacios libres para recibir en ventaja por todo el frente de ataque y el Estadio se involucró de lleno. Las ocasiones llovieron: en el minuto 10 Cristo puso un balón a Aridane en el primer palo que el grancanario remató de primeras obligando a estrenarse a Dani Barrio. En el 18, el propio Cristo provocó con su disparo otro rechace del meta; en el 23, una triangulación marca de la casa (idéntica a la del primer gol ante el Marino de Luanco) entre Cristo, Chechu y Suso acabó con el remate fallido de éste que malogró una clamorosa ocasión con Barrio ya batido. En el 25 fue Chechu quien probó a Barrio. Y en el 33 llegó el gol, fruto de un error del meta que soltó el balón en el aire, ya bajo la lluvia, y provocó la jugada de Cristo, que le regateó y se lo sirvió a bandeja a Suso, que marcó con la zurda. Casi cada cinco minutos una ocasión a cual más clara, en pleno desorden virtuoso, con los peloteros jugando por todos lados, con Cristo lanzado, con la grada apretando y sin el Oviedo, que ya estaba borrado del campo hasta tal extremo que Sarriugarte, viendo que la pelota era ajena, decidió cambiar la orientación de su apuesta, de manera que sustituyó a su delantero centro móvil y colocó a un ariete puro, para que los compañeros tratasen de encontrarle y él, Cervero, le diese cierto desahogo aguantando la pelota arriba.

Duro castigo.- El partido se encaminaba al final con el 1-0 tan merecido, cuando apareció una jugada aislada, sin aparente peligro, que terminó en el gol del empate. Tras una mala entrega en el medio, Íker centró desde un costado al segundo palo, Llorente ganó la posición, pero perdió el salto con Jandro, que cabeceó al medio y el balón quedó suelto en el área pequeña donde Cervero lo empujó a la red. Una demostración elocuente de la escasa fiabilidad que tiene el Tenerife en su propia área. Un remate en contra, dos puntos menos, lo mismo que le sucedió ante el Getafe B o frente al Zamora. Pudo haberlo arreglado en el último suspiro, cuando el rival ya tenía uno menos, en otra acción de ruptura en la que de nuevo Cristo sirvió el balón en bandeja, pero Martí no llego (49''), como para dejar patente que este equipo no conoce mejor manera de ganar que volviendo a sus orígenes. Hay debate.