Andy Murray saldó cuentas con el All England Club y con su trayecto profesional, sumido en más tinieblas que luces, y en la fama de perdedor, acentuada tres semanas atrás en el propio Wimbledon, donde fue superado otra vez por Roger Federer, ante el que ayer se tomó cumplida revancha en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

El tenista escocés ganó, por fin, una final de renombre. Un gran éxito. No es aún un Grand Slam, donde a Murray aún se le conoce por sus acometidas frustradas, pero es un premio también mayor, reservado a unos elegidos. Del que carece, aún, el propio Roger Federer, el mejor tenista de la historia.

Murray superó al helvético por 6-2, 6-1 y 6-4 en un partido frenético del escocés. A toda pastilla. Que dejó en evidencia al suizo. Un marcador arrimado a la final más corta de la historia olímpica. La del estadounidense Andre Agassi ante el español Sergi Bruguera, en Atlanta 1996 (6-2, 6-3 y 6-1).

La medalla de bronce acabó por recompensar el esfuerzo olímpico de Juan Martín del Potro, restablecido del varapalo de la semifinal, en la última oportunidad de la lucha por ascender al podio, donde superó al serbio Novak Djokovic por 7-5 y 6-4.

Por último, las hermanas estadounidenses Venus y Serena Williams se impusieron a las checas Andrea Hlavackova y Lucie Hradecka (6-4 y 6-4) y ganaron la medalla de oro de dobles femenino, el segundo consecutivo después de Pekín 2008 y el tercero global en su experiencia olímpica.