No se puede, ni se debe, hacer una lectura del desenlace del partido y en consecuencia de la eliminatoria sin reparar en la jugada del penalti en el penúltimo minuto. Nobleza obliga. El Tenerife tenía un pie y medio fuera, porque Sergio Rodríguez agarró de manera ostensible a David Hernández cuando este iba a rematar. Si el discutido árbitro lo hubiera pitado tal vez se habría acabado todo ayer... Obviar eso es engañarse a sí mismo. Pero, afortunadamente, en el fútbol solo son penaltis los que se pitan. Otra vez será al revés, de manera que la conciencia queda limpia. Son las leyes del juego.

Dicho lo cual, el Tenerife, con sus buenos momentos y sus malos ratos, con sus detalles de calidad y sus dudas de concepto, fue mejor y ganó merecidamente. El equipo de Quique Medina, envuelto en un ambiente verdaderamente impresionante, entró al partido de una manera óptima. A los dos minutos ya iba ganando. Aridane recuperó una pelota en tres cuartos, la entregó bien a Chechu, que le dio un pase de lujo a Perona. El delantero apuró contra el portero y la puso al segundo palo, donde irrumpió Kike López, anunciando su mañana de gloria, para marcar a meta vacía. La jugada la habría firmado el Tenerife de los años de la UEFA: una mezcla de intensidad, dinamismo, desmarque y toque. O sea, el fútbol que ha identificado siempre a este equipo; el fútbol que hemos echado de menos todo el año... El Tenerife hizo un cuarto de hora ilusionante, se juntó, presionó con una coordinación perfecta y buscó zonas intermedias para progresar con la pelota. Así, Víctor Bravo obligó a Pagola a reaccionar para evitar el segundo gol (14''). Jugando así de bien, el reto blanquiazul era mantener la intensidad. Y suspendió la asignatura, porque la primera vez que hizo una mínima concesión encajó el empate. Juampe se cambió el balón de pie, nadie le apretó lo suficiente, centró cómodo, apareció Copi en el segundo palo, la puso al medio y David Hernández marcó. Ese gol metió a la Balona en el partido. Los andaluces lo vieron posible y el Tenerife acusó el golpe, del que tardó en reponerse a pesar de sus esporádicas llegadas en las que Perona perdonó (27'') y Chechu tiró fuera con todo a favor (38''). Cerca del final del primer tiempo, en el que el Linense tenía el balón y el Tenerife ponía el peligro, llegó el 2-1. La sustancia del gol fue otra vez la calidad: el desmarque de Perona abrió el camino, su centro lo dejó muerto Pagola y Víctor Bravo golpeó a meta vacía y marcó. Otra vez parecía todo hecho. Y otro disgusto, porque en la acción siguiente empató el rival en un balón parado defendido sin intensidad. Camino del descanso, bajo un calor tórrido, se mascaba la angustia.

Mala elección.- En el segundo tiempo hubo más incidencias que juego. Fue como una montaña rusa. El Linense entró creyendo que era posible y lo vio muy cerca cuando Víctor Bravo se expulsó con una obstrucción evitable para "enmendar" una de sus pérdidas de balón, el minuto 12. Pero el Heliodoro sacó la manta y arropó a su equipo. La presión del Estadio, abrumadora, ayudó al árbitro a compensar con la expulsión de Francis solo seis minutos después.

Con 10 contra 10 el partido se abrió más de lo conveniente y en esa nueva situación el Tenerife se manejó mal. Quique metió a Zazo para compensar la expulsión de Bravo, pero quitó a Perona... El equipo perdió la tranquilidad, quizás presa del miedo a perder, y se ofuscó: luchó cada balón como si fuera el último, se vació, pero confundió la elección, condujo mucho el balón de forma individual y terminó las jugadas de mala manera, mientras la Balona veía pasar los minutos tal vez con la seguridad de que su oportunidad estaba por llegar y que los nervios iban a para afectar al Tenerife. Al fin y al cabo, no habían hecho nada en ataque, dos balones parados y dos goles. Un acto de fe. Acertaron, pero antes reaccionó el banquillo local con la entrada de Luismi Loro...

El desenlace.- La Balona dejó su lenta defensa con solo tres elementos cuando sufrió la expulsión. Lógico, necesitaba arriesgar. Quique leyó bien la situación, puso a Loro escorado a la derecha y mantuvo a un infatigable Kike López cayendo por la siniestra. Se trataba de atacar a dos centrales lentos fuera de sitio. Loro le puso un balón de gol a Kike, pero el árbitro anuló el tanto por supuesto y dudoso fuera de juego, pero sobre todo Luismi le dio la pausa al juego que requería la situación. El Tenerife empezó a combinar, hizo regresar a su rival a zona defensiva y entró así en el tramo final sin sufrir ni una sola ocasión de gol en contra. El único riesgo era la falta de tiempo para arreglar cualquier accidente, que casi sucede. En el minuto 88, un centro al área llegó al segundo palo, donde David Hernández fue agarrado y derribado de manera ostensible por Sergio Rodríguez. El Estadio enmudeció, pero el árbitro dejó seguir... El cielo se abrió. Los jugadores de la Balona perdieron los estribos y sin darles respiro Loro se sacó otra genialidad de su gama de talento y dejó frente a Pagola a Kike López, que cerró la cuestión tal como la había empezado hace una semana, lo dribló y marcó (89'').

Ya no es momento de hacer análisis de contenido. Si el Tenerife sube, será así, sufriendo.