El Tenerife ganó en un ejercicio de coherencia, aplicación y eficacia. No se nombra el juego, en cuya faceta no fue tan superior a su rival como en el marcador.

La coherencia la puso el entrenador, artífice de un planteamiento estratégico óptimo ante este rival tan técnico y veloz. La aplicación corrió a cargo de los jugadores, que trabajaron incluso por encima de su nivel de reserva física (hasta cinco futbolistas del Tenerife pidieron ayuda víctimas de "calambres" durante el juego); y la eficacia terminó dictando sentencia, porque el Tenerife metió en la jaula los tres remates que hizo por dentro y el Castilla, por contra, falló dos o tres ocasiones claras cuando el partido estaba 0-1 y cuando iba 1-1.

Falta por nombrar el cuarto elemento, un factor decisivo que inclinó la balanza, porque alimentó varios de los anteriores: el público. Si el equipo apretó tantísimo, lo hizo impulsado por una afición que juega el partido y va por delante de su equipo en las situaciones comprometidas. El Heliodoro ha sacado al Tenerife del atasco en los tres últimos encuentros. Ningún equipo de esta categoría se gasta un lujo de tamaña influencia.

Presión contra velocidad.- El Tenerife jugó la primera parte más aplicado en protegerse de la velocidad del rival que centrado en administrar bien sus posesiones. Tébar leyó el peligro del Castilla acertadamente, ordenó una presión asfixiante cuando el rival entraba en la zona de los pivotes locales, lo apretó muchísimo y consiguió parar sus contras, aunque ni así pudo evitar que Juanfran hallara camino libre para encarar a Razak y hacer el 0-1 cuando no se había llegado al minuto 20. El Tenerife dio muestras de acusar el golpe, tanto que Denis (26'') y sobre todo Jesé (30'') perdonaron sendas opciones de abrir mayor brecha. Pero, al calor de un público ya encendido contra un árbitro con mal rejo, el equipo local fue equilibrando el pulso de medio campo, se cerró bien por dentro y sacó algunas contras, que aunque atropelladas (porque al Tenerife le costaba cambiar la intensidad con la que recuperaba por la pausa necesaria para jugar), le sirvieron para seguir creyendo, hasta que en el 34 bordó una jugada al primer toque que acabó en la red. Una buenísima combinación Cristóbal-Chechu, que éste puso en el área para que Perona desvelase la endeblez del líder cerca de su portería. Incluso Zazo, en el 43'' pudo desnivelar, pero su remate salió alto.

El guión carga tintas.- Lo que sucedió en la primera parte se escenificó en gran medida tras el descanso: el Castilla tuvo dos ocasiones claras para tomar ventaja. En el primer minuto combinó de cine con la técnica de Juanfran y Joselu y llevó el balón en la cabeza de Denis, que remató a quemarropa, al palo; y solo un poco más tarde (7'') el propio Denis encaró a Razak y pifió su vaselina.

Tébar metió a Aridane por Kiko y el partido fue cambiando. Al Castilla se le cayó el medio campo (Mosquera no tiene dinámica de organizador y se nota), y el Tenerife empezó a mandar también en el manejo de la pelota, fue haciéndose dueño del juego y avisó con un cabezazo de Aridane que no encontró portería cuando Mejías había salido en falso (17''). El partido estaba ya tan teñido de blanquiazul que Toril quiso protegerse para no perder un choque no había sabido ganar. Puso al paisano Omar y quitó a Denis, pasó a dibujar un 4-3-3 y pensó en conservar, pero la idea se le cayó un minuto más tarde, cuando Zazo prolongó un córner y Perona marcó en el segundo palo: 2-1. Entonces Toril recuperó la idea inicial, quitó a Mandi y metió a Sobrino: otra vez 4-2-3-1, pero ya con el Tenerife en ventaja, bien replegado y ayudado por un Heliodoro en efervescencia pura, contra un árbitro muy decantado en las tarjetas y volcado con un equipo que se estaba dejando el alma para cerrar espacios y protegerse sin la pelota, dando un espectáculo físico, pleno de coberturas (Marcos estuvo soberbio defensivamente), de generosidad, de trabajo colectivo.

Entonces Tébar buscó la manera de auxiliar a su gente. Tenía peticiones para hacer media docena de cambios, porque había medio equipo pidiendo agua por señas: Cristóbal, Zazo, Marcos, Chechu y Kike López tuvieron que ser atendidos en el último cuarto de hora. El técnico eligió a Chechu y en su lugar puso a Rosquete, para sacar partido de su explosividad contra una defensa cansada; al cabo de un rato tuvo recompensa. Rubén, al que ya le habían pitado un inexistente fuera de juego cuando se iba hacia el gol, hizo todo el trabajo en la última contra, ya en el descuento, que aprovechó Kike para rubricar el tercer tanto y desatar la locura en un estadio indignado con el árbitro, admirado de la calidad del rival y orgulloso de la actitud de su equipo: junto, ordenado, trabajador, solidario y, sobre todo, eficaz. La diferencia fue esa: el Tenerife no perdonó.