Antonio Hernández (Las Palmas, 1962) es canarión de nacimiento, pero más tinerfeñista que el escudo. Estuvo casi 30 años en el CD Tenerife como jugador primero, desde la base hasta la capitanía del primer equipo, y delegado, técnico del juvenil, segundo entrenador o informador después. Desde julio, su única relación con el club de su vida es su condición de aficionado. Después de un año duro, el del descenso a Segunda B, habla por primera vez para contar sus verdades.

¿A qué se dedica ahora?

Estoy mirando cosas, viendo posibilidades... Lo vivo con algo de tristeza por haber salido del club, pero tengo la ilusión de empezar a trabajar en un futuro no muy lejano.

Y mientras...

Veo mucho fútbol, de Tercera en los campos, de Primera, Segunda y Segunda B por la tele... Intento estar preparado.

Pero el fútbol está muy mal.

Y por eso tengo proyectos relacionados con el deporte en la Isla que están en fase de estudio, pero es pronto para hablar de ellos.

¿Aceptaría una propuesta para entrenar fuera de la Isla?

Seguro. Después de unos meses fuera, no tengo ninguna duda. Me daría igual la categoría y el lugar. Incluso me iría fuera del país. Cualquier entrenador querría crecer, no estancarse. Mi reto es ese, como lo fue jugar en el Tenerife, conseguir un ascenso (participé en cuatro) o acceder al cuerpo técnico.

¿Y no se le hace extraño estar fuera del CD Tenerife?

Claro que me siento extraño porque, después de 30 años, la situación no es agradable.

Ver los partidos en la grada ni le pregunto...

Ya se me hizo duro el año pasado cuando estuve fuera del equipo, pero esto es parte de la profesión. Estar ahora en la grada le duele a cualquiera que hubiera estado más de media vida ahí dentro. Son situaciones que se viven, decisiones que toman otras personas y yo, como seguidor de este equipo, afronto con calma.

¿Cómo califica el curso pasado?

Fue el más duro de mi carrera. Hubo gente dentro que me conocía perfectamente, otros de fuera que no y que no tuvieron la capacidad de decirme las cosas a la cara. He intentado pasar página, pero siempre te vienen esos malos momentos a la cabeza.

¿Qué sucedió con Arconada?

No fue nada que hice yo. En pretemporada hablamos y, aunque no fue una buena relación porque tampoco se acercaba a sus ayudantes, hasta me pidió ayuda para que se incorporaran unos futbolistas que a él le interesaban. Luego, me sentaba en el banquillo supletorio y ayudaba en lo que podía. Quiero decir que Joserra Eizmendi y Sergi Pérez eran personas maravillosas, que repetían mucho eso de "tranquilo que el míster es así, es su forma de trabajar".

¿Dice que no se acercaba mucho a usted?

El distanciamiento me sorprendía. Soy muy abierto y no tuve problemas con Martín, Krauss, Casuco, Oltra o Tapia. Hasta con Clemente en mi etapa de delegado me sentí fenomenal. Quizá se dejó influenciar por terceros.

¿Comentarios de terceros? ¿A qué se refiere?

A que en este mundo se mueve mucha envidia, gente que quiere estar donde estás tú, que siempre te busca el fallo, a la que no le caes bien...

Dijo de usted lo peor que se puede decir de un colaborador al acusarlo de traición.

Me sorprendió su reacción porque únicamente se dirigió una vez a mí para consultarme algo del equipo. Fue en el partido de Copa con el Elche para hacer el cambio de Josmar Zambrano con 4-0, algo que le desaconsejé por cierto. Creo que debería aprender más de sus colaboradores y no querer ver cosas donde no las hay. Los malos resultados provocaron que tomara decisiones que le perjudicaban a él y al equipo.

¿Fue su peor momento en el CD Tenerife?

No lo sé, pero sí me hizo daño a mí y a mi familia y amigos. En ese momento me dolió mucho y hasta pensé en defenderme legalmente, pero puse por delante al club y al propio fútbol. Creo que él no tiene la conciencia tranquila y yo sí. Le faltó conocerme como persona. Aún así, no le guardo rencor. Como entrenador hizo una gran campaña en el Numancia, pero creo que no entendió lo que es Tenerife y el Tenerife. El tiempo coloca a cada uno en su sitio.

Y entonces llegó Mandía y usted pasó a otras funciones.

Fue duro quedarme fuera en esa etapa, pero le deseaba muchísima suerte al equipo. Hasta hablaba con aficionados para hacerles entender que había que apoyar. Con Mandía hablé varias veces y me pareció buena persona. Me dijo que no entendía lo que había pasado. No dejé de ir al estadio ni de apoyar a mi equipo.

¿Qué le llevó a aceptar su vuelta con Antonio Tapia?

Podía haberme negado, pero es imposible que yo le diga que no al Tenerife. Antonio es un gran conocedor del fútbol, vino con mucha ilusión y trabajó muchísimo para sacar al equipo adelante. Casi no dormía, pero el equipo ya estaba muy tocado. Logramos salir de los puestos de descenso una semana y luego nos volvimos a caer. Cuando el club tomó la decisión de prescindir de él, no nos habíamos rendido. Luego, el entrenador que vino (David Amaral) tampoco pudo sacar el equipo a flote. No era fácil.

¿A qué atribuye el descenso del CD Tenerife?

Las cosas que empiezan mal suelen acabar mal. Fue un cambio radical de José Luis (Oltra) a Gonzalo (Arconada) en cuanto a carácter, dirección de grupo, tipo de fútbol, entrenamientos... A los jugadores que estaban les costó adaptarse y los que vinieron no alcanzaron el nivel que se esperaba. Desgraciadamente se creó una bola que fue creciendo. Cuando se intentó parar, ya fue imposible. Los únicos culpables son los jugadores y los técnicos, entre los que me incluyo. El entorno o los directivos no tienen culpa de nada.

¿Existía un problema en el vestuario como decían todos?

En su momento yo lo dije donde lo tenía que decir, que fue a los que mandaban y a los propios jugadores. Había diferencias entre algunos futbolistas. Muchos daban el do de pecho para sacar esto adelante, la mayoría que ya estaban de otros años. Otros... El primer entrenador no le dio mucha importancia, a Mandía no lo conozco y en la época de Tapia se intentó arreglar. Pero faltaba algo. El grupo no estaba contento, algo que es la misión de todos. Lamentablemente, cuando el cuerpo técnico no se gana al vestuario o se debilita por los resultados, ya no es lo mismo. Había un grupo excelente y el cambio no nos benefició.

¿Qué trato recibió de los directores deportivos?

Santiago (Llorente) me creía a mí al cien por cien. Decía que estaba asombrado y hasta estuvieron hablando con el representante de Arconada para preguntarle qué había pasado. El club se enfadó mucho y yo sentí ese apoyo en privado y en público. En cuanto a Juanjo (Lorenzo), es una persona maravillosa. Está siempre cerca de jugadores y entrenadores, igual que Alfredo Merino que colaboraba con ellos. Son gente de fútbol, saben lo que hay y creían en mí.

¿Esperaba que contaran con usted esta temporada?

Esperaba que me dijesen que rebajara mi sueldo pero no que prescindieran de mí. Cordero, que no me conocía, tomó la decisión. Hablé con él de fútbol, de los informes que redacté, de cómo veía yo la plantilla y, al final, me comentó que el club no se podía permitir tenerme porque no habían decidido nada del cuerpo técnico y entraban en una nueva política.

¿Cómo ve al Tenerife de Antonio Calderón?

Estoy contento por la situación clasificatoria en una Liga diferente y muy complicada. Pero el juego no está siendo brillante. En casa han jugado primeras partes muy buenas, pero luego se ha caído un poco. Quizá sea la presión o la falta de conjunción. Ya lo dice Calderón, que el equipo se está haciendo y le falta tiempo.

¿Entiende las críticas del entorno?

La afición es exigente por todo lo que ha vivido y no se está dando el nivel que se esperaba del equipo. Una entidad como el Tenerife, que ha estado en Primera y ha jugado dos veces la UEFA, que lleva 25 años en el fútbol profesional, tiene la obligación de hacer un papel importante. Como el Atlético de Madrid o el Valencia cuando bajaron a Segunda. La gente que viene a trabajar aquí tiene que saber que el sentimiento del fútbol es diferente en la Isla y deben adaptarse a ese nivel de exigencia. Hay que demostrar otras cositas.