La derrota del Tenerife ante el Salamanca fue el desengaño mayor. Ha habido otros, casi sucesivos, desde que empezó la competición oficial. La secuencia empieza en Gerona (nadie esperaba aquellos cuatro goles), se prolonga a través del eco radiofónico de la decepción copera (que hace crecer las dudas) y alcanza su punto de confirmación cuando el Salamanca marca su segundo gol en medio de un escenario rayano en lo caótico. La caída colectiva del equipo de ensueño se llevó por delante a Julio Álvarez, recibido como la gran atracción, la solución a los problemas, y despedido entre la indiferencia de un descrédito absolutamente desenfocado. O sea, en sólo una semana los aficionados han tenido que procesar con creciente indignación que el rutilante proyecto que invitaba al espectáculo sostenido de goles y buen juego y garantizaba el éxito (tal como aseguró Miguel Concepción), se puede haber convertido en un fiasco. La duda sobre este Tenerife se ha instalado con carta de naturaleza entre una afición verdaderamente madura, que como colectivo vive su mejor momento histórico. El club nunca había metido a 16.442 personas en las gradas del Estadio el día de su estreno liguero en Segunda División. Mucho menos cuando están todavía sacudiendo el polvo de los asientos de la triste despedida de la mejor Liga del mundo.

¿Qué es lo que falla?.- Es tan cierto el hecho de que el Tenerife tiene una plantilla excepcional, como la realidad de que su equipo no funciona. Esa contradicción es el sustento de la duda que convive con una profunda decepción en el entorno del club. El tinerfeñismo no tiene tan claras las razones de esta serie de resultados tan inesperados. Se pregunta: ¿De verdad el equipo es tan bueno o sólo lo habíamos idealizado por encima de su nivel? ¿Cómo se explica que con tres defensas nuevos la línea de zagueros siga siendo tan vulnerable? ¿Qué porcentaje de influencia en este flojo rendimiento colectivo tiene la propuesta del entrenador?

Tres puntos clave.- Es difícil clavar ahora la bandera del optimismo en medio del desierto en que se va convirtiendo el camino hacia junio, pero tengo para mí que el Tenerife es un equipazo y que, tarde o temprano, va a demostrarlo. Ahora bien, no creo que vaya a bastar con la insistencia, porque el entrenador tiene cosas que cambiar. Todas las deficiencias del equipo se concatenan, no son independientes entre sí. El partido ante el Salamanca es una demostración de que el equipo tiene muy poca continuidad en la fase ofensiva. Le cuesta sacar la pelota jugada y no ha mecanizado los movimientos sin balón para ocupar espacios libres y poder crear desajustes en la defensa rival. Entre los dos medios centro y los dos puntas hay un amplio espacio descubierto por el que antes aparecía Alfaro (son dos años viendo lo mismo) y ahora nadie... Cuando Antonio conduce hacia arriba crece el riesgo de que una pérdida produzca desequilibrio defensivo, a pesar de que los centrales tienen el atrevimiento de defender en pocos metros y hacia delante. O sea, del problema estructural (jugar con dos puntas y sin enganche) nace el siguiente, que es la dificultad para hacer una defensa colectiva regresando (porque no hay volante de contención) con unos futbolistas poco dotados para esos segundos esfuerzos.

Espero a Julio Álvarez ya en el equipo titular, pero tendrá que salir otro jugador. Es probable que Arconada se plantee un 4-3-3 y sacrifique a Juanlu o a Omar, porque es evidente que el equipo no ha encontrado su funcionamiento.