La selección de Inglaterra, campeona del mundo hace 44 años, debutará hoy en el Mundial contra Estados Unidos, líder de la CONCACAF, en un combate físico "a boca cerrada" por la hegemonía en el Grupo C.

El árbitro brasileño Carlos Simón tendrá que poner el ojo en el juego y la oreja en las expresiones de los jugadores de ambos bandos, pero particularmente de Wayne Rooney, el hombre clave en el equipo inglés, sobre quien los árbitros están prevenidos después del último amistoso, frente a un equipo local, en el que insultó al director de la contienda.

El recuerdo de la expulsión de Rooney hace cuatro años, en cuartos de final del Mundial de Alemania, sobrevuela el primer partido de Inglaterra, sobre todo por el carácter del adversario, que acostumbra a emplearse con notable contundencia.

El equipo de Bob Bradley no se arruga en el campo. Apenas hace un año obtuvo una prestigiosa vitoria, aquí en Sudáfrica, sobre España (2-0) en la Copa de las Confederaciones, y en la final sólo cedió por 3-2 ante Brasil.

La consigna es que Rooney hable sólo con el balón en los pies, pero ni siquiera Fabio Capello puede garantizar que al jugador del Manchester no se le escape, con las pulsaciones a tope, algún exabrupto, bien sea hacia el árbitro o hacia un adversario. Con jugadores de carácter en todas sus líneas, como Terry, Lampard, Gerrard o Rooney, Inglaterra está capacitada para todo en este Mundial si logra sacudirse la presión derivada de sus propios éxitos recientes.

Estados Unidos se encuentra en fase de renovación de un equipo que en Alemania 2006 empezaba a envejecer y en el que ahora, con 27 años de media, incluye a 17 jugadores que trabajan en ligas competitivas del exterior.