S IGUE GENERANDO expectación la posibilidad de que el Tenerife Rural traslade su lugar de juego en la próxima temporada. La situación de riesgo por la que está atravesando la entidad, hace que se busque una tabla de salvación, casi sin sopesar posibles daños colaterales. El Club se manifiesta incapaz de manejar un presupuesto digno sin una cobertura institucional. Los nuevos consejeros desprenden manifestaciones de sorpresa, al caer en la cuenta que deben ser ellos los que tienen que apelar a la creatividad, y a su capacidad, para encontrar recursos que permitan la viabilidad del proyecto. Alguno se pregunta si no era esta la Sociedad por la que había apostado el Cabildo, creyendo que su misión, como consejero, respondía más a la administración del presupuesto que a generarlo.

Pues va a ser que no. El Tenerife Baloncesto continúa separándose, mediáticamente, de ese concepto de club insular por el que al parecer se había creado. Algunas causas de ese alejamiento han sido ajenas, y no han sido pocas, y otras, hay que reconocer que han sido generadas por negligencias propias, que se han enquistado con en el tiempo y que, ahora, tienen difícil tratamiento.

Y es aquí donde radica el debate de la decisión que les ocupa. Jugar en el pabellón de Santa Cruz no es el principal obstáculo. El problema está en la verbalización, por parte del Ayuntamiento de Santa Cruz, como no podía ser de otra manera debido al esfuerzo que pretenden realizar, de tener un equipo en la ciudad, el equipo de su ciudad. Y ese ya no es el concepto por el que muchos seguidores del Tenerife Baloncesto conciben su equipo.

Les da igual la sede, quieren lo mejor para su Club. Ahora bien, se sienten dañados, y tal vez no les falte razón, cuando escuchan que el equipo, no sólo va a jugar en Santa Cruz, sino que va a ser el equipo de Santa Cruz.

*Entrenador Superior de Baloncesto