EL TENERIFE tiene una ventaja que vale su peso en oro en el fútbol: depende de sí mismo para acabar entre los tres mejores. Y no sólo porque va delante, sino porque es casi matemático que asciende si gana los partidos de casa y añade además al menos un triunfo en los de fuera. En el Heliodoro juega la mitad más uno de los quince encuentros que quedan para el final.

José Luis Oltra dijo al final de la primera vuelta (el equipo tenía 34 puntos), que se necesitaba una segunda vuelta de 40. Sus cuentas están razonadas en la lectura de las temporadas precedentes. En los últimos años, el cuarto clasificado nunca ha mejorado la cifra de los 74 puntos, de manera que si el Tenerife llega a 75 estará en Primera División. Para alcanzar ese registro, a partir de los 48 que tiene, le cuadran perfectamente la suma de los ocho triunfos como local y la victoria en uno de los siete que debe jugar fuera, entre los que se encuentra la visita al colista Sevilla Atlético. O sea, que hay una dependencia absoluta de su capacidad para seguir haciendo inexpugnable el Heliodoro, donde hace ya tres meses que no cede un solo punto. Ganar en casa es su punto fuerte: desde aquella tarde de infausto recuerdo ante el Real Zaragoza, el 30 de noviembre, han pasado por el estadio seis rivales (Hércules, Sevilla Atlético, Girona, Éibar, Elche y Celta) y el Tenerife pudo con todos; en este tramo ha marcado 17 goles y ha recibido 6. La superioridad blanquiazul en este ambiente es absoluta.

Este factor, que debe ser determinante, nace de la conjunción de influencias compartidas entre el creciente nivel de juego y de eficacia del equipo, que aquí ha venido jugando su mejor fútbol, y la aportación del público, en especial en momentos difíciles de los partidos (ejemplo, ante el Elche). La lectura de estos datos nos implica a todos en la tarea de ayudar a "participar" activamente de los partidos del estadio. No hay obstáculos que se resistan a un Tenerife a tope y al calor de su público.