En el núcleo de Tigaday, municipio de La Frontera (El Hierro), se celebra cada año una de las fiestas más antiguas y tradicionales del Carnaval canario, los carneros. Su historia y evolución serán expuestos a partir del 15 de noviembre en la antigua Recova de la capital tinerfeña, en el marco de ExpoCarnaval, que desde el día 14 y hasta el 17 acogerá las fiestas de don Carnal más emblemáticas del Archipiélago.

Probablemente de origen norteafricano, están emparentados con los Baifos de La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), con los diabletes de Teguise (Lanzarote), el Diablo de Tijarafe (La Palma) y las Libreas de El Palmar en Buenavista del Norte (Tenerife).

Jóvenes disfrazados con pieles de carneros -zaleas- ornamentados con cráneos y cuernos de dicho animal y con sus extremidades anteriores y posteriores teñidas en negro, colgando de la cintura bulliciosos cascabeles, salen a la calle en los principales días del Carnaval, domingo y martes, en una manifestación festiva de origen totalmente ritual; el objetivo, fertilizar a las jóvenes y virilizar a los varones. Los carneros se hacen acompañar por otros personajes como los pastores. La tradición consiste, básicamente, en asustar a las mujeres, explica Aday, uno de los "carneros" que desvela a este periódico las claves de este festejo.

La vestimenta utilizada por los carneros recibe el nombre de zalea y es una piel de carnero o de oveja. La consiguen en el Matadero Insular de El Hierro. Bien estirada durante un tiempo (un mes o dos según las condiciones meteorológicas) y con abundante sal marina, para que se seque. Una vez curtida se llevan a los charcos de la costa para remojarlas; de esta forma se "amorozan" y mueren los bichos que puedan tener.

La playa de Arenas Blancas es el sitio donde suelen llevarlas. Una vez seca se procede a la confección de la zalea.

La pieza entera es doblada por la mitad, midiendo el ancho de hombros de quien la va a lucir, mientras que la parte trasera cubre por la cintura a la delantera, y ambas quedan ceñidas al cuerpo con las ligaduras de los cascabeles, otro elemento característico de la indumentaria. Para la cabeza se utiliza el cráneo adherido a un casco y cubierto de piel. Manos y pies van cubiertos de piel, a modo de guantes y polainas. Quedan al descubierto brazos y piernas, que se untan con betún negro.

El peso de una zalea completa puede superar los 40 kilos. De ahí que para poder correr sea necesario gozar de buen estado físico.

Los cuernos suelen ser lucidos bien untados de betún para impregnar las manos y poder así manchar y tiznar a "sus presas".

La última edición reunió a más de 40 carneros corriendo por las calles de Tigaday, casi todos vecinos, aunque algún carnero viene de otros lugares de la Isla.

En algunos momentos los carneros han viajado fuera de El Hierro, como en el año 1992 con ocasión de la celebración de la Expo de Sevilla, y también a otras islas del Archipiélago. Pero difícilmente saldrán en un futuro de Tigaday, por lo que quien quiera ver esta tradición y disfrutar de ella tiene que venir el domingo y martes de carnaval, apunta Aday.

De ahí que se recomiende el ExpoCarnaval que se celebra en la capital tinerfeña para conocer de primera mano este festejo "diferente, propio y alternativo".

Francisco R. Pérez -sobrino del Pollito de La Frontera- recuerda que un año le "quitó una bicicleta a un guiri y recorrió las calles haciendo caballitos, o que en otra ocasión entraron en una guagua, asustaron y mancharon a los viajeros y se bajaron. Pero no es lo habitual, son excepciones".

"Un conocido gobernante de la política canaria (cuyo nombre omiten) y su esposa, bien emperifollados, vinieron en una ocasión. Pensaban que no les íbamos a manchar de betún, y salieron bastante tiznaditos", comentan entre risas Francis, Aday y Néstor.

En un arcón preparado al efecto, en un establo cercano a Tigaday son guardadas todas las zaleas y expuestas para su curtimiento las nuevas piezas. Es en este lugar donde cada año se dan cita para revestirse de carneros y hacer sugerencias a los nuevos participantes de las normas básicas para que la tradición se mantenga.

En estos días tienen varias pieles en curtimiento, traídas desde el Matadero Insular, fruto del sacrificio de un buen número de carneros para la celebración de las fiestas que en honor de San Simón se celebran en el pueblo de Sabinosa.

En cuanto a los gastos que lleva consigo la puesta en escena son más bien pocos, betún y poco más. Lo que necesita nuestra tradición, apunta Aday, "es apoyo institucional para que se organicen visitas a la Isla en las fechas en que los carneros están en la calle", concluye.