LAS ÚLTIMAS informaciones, incluso publicadas con reiteración en periódicos nacionales, como ABC, hablan de sociedades del Cabildo de Tenerife quebradas o a punto de estarlo. Desde la que cuida la promoción turística a la que gestiona el campo de golf de Buenavista, o la de los casinos y otras más, como Teysol. El Cabildo que preside Ricardo Melchior tendrá que comenzar a cerrarlas o a reflotarlas, tarea esta última harto difícil porque el organismo insular no pasa por su momento económico más boyante.

¿Quién va a pedir responsabilidades al presidente del Cabildo por la mala marcha de estas sociedades? ¿La oposición? ¿La misma oposición a la que él acusó de haber dilapidado el dinero de la sociedad que apoyaba la sanidad y la cultura sanitaria? ¿Quién va a pedir que las empresas públicas deficitarias y ruinosas del Cabildo tinerfeño sean auditadas por una empresa independiente y se exijan responsabilidades a quienes las han gestionado y no han dado a tiempo la voz de alarma sobre su mala marcha?

Melchior tiene manías de grandeza. Lo mismo adquiere el ordenador más grande del mundo que monta el NAP, cuyas aplicaciones prácticas para las empresas canarias nadie con vocación didáctica pone sobre la mesa. Todo se reduce a unos rollos de explicaciones que no están al alcance del común, sino de cuatro o cinco mentes privilegiadas; no dudamos que entre ellas esté la del señor Melchior.

Desde que entraron los tecnócratas a gobernar el organismo insular, este ha perdido cercanía con la gente y se ha convertido en una "empresa de empresas" que pierden mucho dinero cada año. Dinero público, con lo delicado que debe ser el dinero público. No hay duda de que el Cabildo ha tenido aciertos -bonito fuera que no-, pero desde que Coalición Canaria lo utiliza con fines de supervivencia se ha convertido, incluso, en una corporación antipática, llena de gabinetes ociosos y de consejeros que para explicar una nimiedad se remontan a la prehistoria: Como si necesitaran justificarse.

Y ahora vienen los malos resultados de sus empresas. El Cabildo creyó que podía funcionar como una mercantil privada; y de eso, nada. Es otra cosa. Y Melchior y su socio Abréu no tuvieron pudor en denunciar, en época electoral, a un compañero de corporación y a otras personas honorables, utilizando el Cabildo -que es de todos los tinerfeños- como arma arrojadiza contra ellos. ¿Y ahora qué? Pues ahora ven cómo han sido incapaces de hacer rentables las empresas públicas que tanto ensalzaron; las "salvadoras" de la economía insular. Alguien tendrá que hacer algo, porque el Cabildo no puede seguir perdiendo dinero a espuertas. Digo yo, ¿no?